domingo, 5 de enero de 2014

Salmo 2. ¡Felices los que en él se refugian!














¿Para qué meten ruido las naciones y los pueblos meditan vanos planes?
Se sublevan los reyes de la tierra, y sus fuerzas unen los soberanos en contra del Señor y de su Ungido.
"¡Vamos, dicen, rompamos sus cadenas y su yugo quebremos!"
El que se sienta en los cielos se sonríe, el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con enojo y su furor los amedrenta:
"Yo soy quien ha consagrado a mi rey en Sión, mi monte santo."
Voy a comunicar el decreto del Señor: El me ha dicho: "Tú eres hijo mío, yo te he engendrado hoy.
Pídeme y serán tu herencia las naciones, tu propiedad, los confines de la tierra.
Las regirás con un cetro de hierro y quebrarás como cántaro de arcilla."
Pues bien, reyes, entiendan, recapaciten, jueces de la tierra.
Sirvan con temor al Señor, besen, temblando, sus pies; no sea que se enoje y perezcan, pues su cólera estalla en un momento. ¡Felices los que en él se refugian!



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