martes, 14 de enero de 2014

I Samuel 3, 1-20. Habla, Yavé, que tu siervo te escucha!















El niño Samuel estaba al servicio de Yavé y vivía junto a Helí. En aquel tiempo raras veces se oía la palabra de Yavé. Las visiones no eran frecuentes.
Cierto día, Helí estaba acostado en su habitación, sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver.
Aún no estaba apagada la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el Templo de Yavé, donde se encontraba el Arca de Dios.
Yavé llamó a Samuel. El respondió: «Aquí estoy»,
y corrió donde Helí diciendo: «Aquí estoy, pues me has llamado.» Pero Helí le contestó: «Yo no te he llamado; vuelve a acostarte.» El se fue y volvió a acostarse.
Volvió a llamar Yavé: «Samuel.» Se levantó Samuel y se fue donde Helí diciendo: «Aquí estoy, pues me has llamado.» Otra vez Helí contestó: «No te he llamado; hijo mío, anda a acostarte.»
Samuel no conocía todavía a Yavé, pues la palabra de Yavé no le había sido dirigida aún.
Como Yavé llamara a Samuel por tercera vez y el joven se presentara nuevamente a Helí, éste comprendió que era Yavé quien le llamaba,
y dijo a Samuel: «Anda a acostarte y si vuelve a llamarte dile: Habla, Yavé, que tu siervo te escucha.» Entonces Samuel se volvió a su habitación y se acostó.
Yavé entró y se paró, y llamó como las otras veces: «Samuel, Samuel.» Este respondió: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha.»
Y dijo Yavé a Samuel: «Voy a hacer en Israel una cosa tan tremenda que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos.
Pues voy a cumplir contra Helí todo cuanto he dicho contra su familia.
Tú le anunciarás que yo condeno a su familia para siempre, porque sabía que sus hijos ofendían a Dios y no los ha corregido.
Por esto juro que la familia de Helí no podrá borrar jamás su falta ni con sacrificios ni con ofrendas.»
Samuel continuó acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yavé. Samuel no se atrevía a contarle a Helí lo que había presenciado,
pero Helí lo llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío,
¿qué es lo que te ha dicho Yavé? ¡No me ocultes nada! Que Dios te castigue si me ocultas algo de lo que te ha dicho.»
Entonces Samuel le dijo todo, sin ocultarle nada. Dijo Helí: «El es Yavé, que haga lo que le parezca.»

Samuel creció y Yavé estaba con él. Y todo lo que Yavé le decía se cumplía.
Todo el pueblo, desde Dan hasta Bersebá, supo que Samuel había dado pruebas de que era profeta de Yavé. Helí era ya muy viejo y sus hijos se portaban cada vez peor a los ojos de Yavé;



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