martes, 22 de marzo de 2016

Cántico 69 - Hazme conocer tus Caminos (con letras)

IURD - Salmo 69

Salmo 69. Celebraré con un canto el nombre de Dios, proclamaré sus grandezas, le daré gracias!

















Oh Dios, sálvame, que las aguas me llegan hasta el cuello.

Me estoy hundiendo en un cieno profundo, y no hay dónde apoyarme. Me vi arrastrado a profundas aguas y las olas me cubren.

Me agoto de gritar, me arde la garganta, y mis ojos se cansan de esperar a mi Dios.

Más que los cabellos de mi cabeza son los que me odian sin motivo. Son más fuertes que yo los que con calumnias me persiguen. ¿Cómo devolveré lo que no he robado?

Tú sabes, oh Dios, si me he extraviado, pues no te están escondidos mis errores.

No avergüences por mí a los que en ti esperan, Señor, Dios Sabaot, ni humilles por causa mía a los que te buscan, oh Dios de Israel.

Por ti fue que soporté el insulto, y la vergüenza me cubrió la cara; me volví como un extraño a mis hermanos, un desconocido para los hijos de mi madre.

El celo de tu casa me devora, los insultos de los que te insultan recaen sobre mí.

Si me aflijo con ayunos, eso me vale insultos; si me visto de saco, ellos se burlan de mí.

Se ríen de mí los que se sientan en la plaza, y a los bebedores doy un tema de canción.

Pero a ti, oh Dios, sube mi oración, sea ése el día de tu favor. Según tu gran bondad, oh Dios, responde me, sálvame tú que eres fiel.

Sácame del barro, que no me hunda; libra me del vértigo del agua profunda. 

Que las olas no me sumerjan, ni me trague el torbellino ni el pozo cierre sobre mí su boca.

Responde me, Señor, pues tu amor es bondad, vuélvete hacia mí por tu gran misericordia.

No escondas a tu siervo tu rostro, me siento angustiado, responde me pronto.

Ven, acércate a mí y rescata me, libra me de tantos enemigos.

Tú conoces mi humillación, mis adversarios están todos a tu vista.

Tanta ofensa me ha partido el corazón, mi vergüenza y confusión son irremediables. Esperé compasión, pero fue en vano, alguien que me consolara, y no lo hallé.

En mi comida me echaron veneno, y para la sed me dieron vinagre.

Que un traidor los invite a cenar, y se vuelva una trampa su banquete.

Que pierdan la vista y queden a ciegas, que siempre caminen encorvados.

Arroja sobre ellos tu furor, que los alcance el fuego de tu ira.

Que su propiedad quede devastada y sus carpas sin habitantes, porque persiguieron al que tú heriste y aumentaron los dolores de tu víctima.

Impútales falta tras falta y que de ellas nunca se libren; sean borrados del libro de los vivos, no sean inscritos en la lista de los justos.

¡Pero a mí, humillado y afligido, que me levante, oh Dios, tu ayuda!

Celebraré con un canto el nombre de Dios, proclamaré sus grandezas, le daré gracias.

Esto le agradará al Señor más que una víctima, más que un ternero con cuernos y pezuñas.

Vean esto, los humildes, y regocíjense. ¡Reanímense, los que buscan al Señor!

Pues el Señor escucha a los pobres, no desdeña a los suyos prisioneros.

Que lo aclamen los cielos y la tierra, los mares y cuanto bulle en su interior.

Pues Dios salvará a Sión y reconstruirá las ciudades de Judá: allí habrá de nuevo casas y propiedades.

Los hijos de sus siervos serán los herederos, y allí morarán los que aman su Nombre.

lunes, 21 de marzo de 2016

Juan 13, 21-38. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado!














Tras decir estas cosas, Jesús se conmovió en su espíritu y dijo con toda claridad: «En verdad les digo: uno de ustedes me va a entregar.»

Los discípulos se miraron unos a otros, pues no sabían a quién se refería.

Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba recostado junto a él en la mesa, y Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara de quién hablaba.

Se volvió hacia Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»

Jesús le contestó: «Voy a mojar un pedazo de pan en el plato. Aquél al cual se lo dé, ése es.» Jesús mojó un pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón.

Apenas Judas tomó el pedazo de pan, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.»

Ninguno de los que estaban a la mesa comprendió por qué Jesús se lo decía.

Como Judas tenía la bolsa común, algunos creyeron que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta.», o bien: «da algo a los pobres.»

Judas se comió el pedazo de pan y salió inmediatamente. Era de noche.

Cuando Judas salió, Jesús dijo: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él.

Por lo tanto, Dios lo va a a introducir en su propia Gloria, y lo glorificará muy pronto.

Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir.

Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.

En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros.»

Simón Pedro le preguntó: «Señor, ¿adónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde.»

Pedro le dijo: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Estoy dispuesto a dar mi vida por ti.»

Jesús le respondió: «¿Dar tú la vida por mí? En verdad te digo que antes de que cante el gallo me habrás negado tres veces.»

domingo, 13 de marzo de 2016

Salmo 23 ( en ingles ) - John Talbot, The Lord is my shepherd

Iveline - Salmo 23

El Señor Es Mi Pastor - Danilo Montero

El Señor es mi Pastor - Hermana Glenda

SALMO 23 Aline Barros

Leonel Tuchez - Salmo 23 | Audio HQ

Juan 8, 12-20. Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre!














Jesús les habló de nuevo diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida.»

Los fariseos replicaron: «Estás hablando en tu propio favor; tu testimonio no vale nada.»

Jesús les contestó: «Aunque yo hable en mi favor, mi declaración vale, porque yo sé de dónde he venido y adónde voy. Ustedes son los que no saben de dónde he venido ni adónde voy.

Ustedes juzgan con criterios humanos; yo no juzgo a nadie.

Y si yo tuviera que juzgar, mi juicio sería válido, porque yo no estoy solo; el Padre que me envió está conmigo.

En la Ley de ustedes está escrito que con dos personas el testimonio es válido.

Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me ha enviado da testimonio de mí.»

Le preguntaron: «¿Dónde está tu Padre?» Jesús les contestó: «Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre.»

Jesús dijo estas cosas en el lugar donde se reciben las ofrendas, cuando estaba enseñando en el Templo, pero nadie lo tomó preso, porque aún no había llegado su hora.

domingo, 6 de marzo de 2016

Salmo 30 - 4ª feira da 2ª Semana da Quaresma

SALMO 30 POR SALOMÉ ARRICIBITA

Salmo 30: Padre a Tus manos encomiendo mi Espiritu - Lourdes C. Montgomery

Salmo 30

Juan 4, 43-54. Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen!

















Pasados los dos días, Jesús partió de allí para Galilea.

El había afirmado que un profeta no es reconocido en su propia tierra.

Sin embargo los galileos lo recibieron muy bien al llegar, porque habían visto todo lo que Jesús había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues ellos también habían ido a la fiesta.

Jesús volvió a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real en Cafarnaún que tenía un hijo enfermo.

Al saber que Jesús había vuelto de Judea a Galilea, salió a su encuentro para pedirle que fuera a sanar a su hijo, que se estaba muriendo.

Jesús le dio esta respuesta: «Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen.»

El funcionario le dijo: «Señor, ten la bondad de venir antes de que muera mi hijo.»

Jesús le contestó: «Puedes volver, tu hijo está vivo.» El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino.

Al llegar a la bajada de los cerros, se topó con sus sirvientes que venían a decirle que su hijo estaba sano.

Les preguntó a qué hora se había mejorado el niño, y le contestaron: «Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre.»

El padre comprobó que a esa misma hora Jesús le había dicho: «Tu hijo está vivo.» Y creyó él y toda su familia.

Esta es la segunda señal milagrosa que hizo Jesús. Acababa de volver de Judea a Galilea.