viernes, 31 de enero de 2014

II Samuel 12, 1-17. ¿Por qué entonces me has despreciado, haciendo lo que no me gusta?








Yavé envió al profeta Natán donde David. Natán entró donde el rey y le dijo: «En una ciudad había dos hombres; uno era rico y el otro, pobre.
El rico tenía muchas ovejas y bueyes; el pobre tenía sólo una ovejita que había comprado. La había criado personalmente y la ovejita había crecido junto a él y a sus hijos. Comía de su pan, bebía de su misma copa y dormía en su seno. El la amaba como a una hija.
Un día, el hombre rico recibió una visita y, no queriendo matar a ninguno de sus animales para atender al recién llegado, robó la oveja del pobre y se la preparó.»
Al oírlo, David se enojó muchísimo con el hombre rico y dijo a Natán: «¡Vive Yavé! El que hizo tal cosa merece la muerte;
pagará cuatro veces el precio de la ovejita, por haber actuado así sin ninguna compasión.»
Natán le respondió: «Tú eres ese hombre. Esto te dice Yavé, Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de la mano de Saúl.
Te entregué la familia de tu señor y puse a tu disposición sus mujeres; te di poder sobre Judá e Israel; y por si fuera poco, te daría más todavía.
¿Por qué entonces me has despreciado, haciendo lo que no me gusta? Tú no sólo fuiste el causante de la muerte de Urías, el heteo, sino que, además, le quitaste su esposa. Sí, tú lo has asesinado por la espada de los amonitas.
Pues bien, ya que me has despreciado y te has apoderado de la esposa de Urías, jamás se apartará la espada de tu casa.
Así habla Yavé: «Haré que tu desgracia parta de tu misma casa. Tomaré tus esposas en tu presencia y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día.
Tú hiciste esto sin que nadie lo supiera, pero yo cumpliré esto que digo a la vista de todo Israel y a plena luz del día.»
David dijo a Natán: «Pequé contra Yavé.» Natán le respondió: «Yavé por su parte perdona tu pecado y no morirás.
Pero como ofendiste a Yavé en este asunto, el hijo que te nació morirá.»Dicho esto, Natán se marchó a su casa.
Yavé hizo que enfermara gravemente el niño que la mujer de Urías había dado a luz, y estuvo muy mal.
David rogó a Dios por el niño, ayunó rigurosamente y, cuando volvía a su casa, se acostaba en el suelo.
Los ancianos de su corte iban a rogarle que se levantara de ahí, pero él no les hacía caso y se negaba a comer con ellos.



Marcos 4,35-41. ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

 





Al atardecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla del lago.»
Despidieron a la gente y lo llevaron en la barca en que estaba. También lo acompañaban otras barcas.
De pronto se levantó un gran temporal y las olas se estrellaban contra la barca, que se iba llenando de agua.
Mientras tanto Jesús dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron diciendo: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
El entonces se despertó. Se encaró con el viento y dijo al mar: «Cállate, cálmate.» El viento se apaciguó y siguió una gran calma.
Después les dijo: «¿Por qué son tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?»
Pero ellos estaban muy asustados por lo ocurrido y se preguntaban unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»



jueves, 30 de enero de 2014

San Marcos 4, 26-34. ¿A qué se parece el Reino de Dios?
















Jesús dijo además: «Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo.
La tierra da fruto por sí misma: primero la hierba, luego la espiga, y por último la espiga se llena de granos.
Y cuando el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Jesús les dijo también: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué comparación lo podríamos expresar?
Es semejante a una semilla de mostaza; al sembrarla, es la más pequeña de todas las semillas que se echan en la tierra, pero una vez sembrada, crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes, que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra.»
Jesús usaba muchas parábolas como éstas para anunciar la Palabra, adaptándose a la capacidad de la gente.

No les decía nada sin usar parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.



miércoles, 29 de enero de 2014

II Samuel 7, 18-29. ¿Quién soy yo, Señor Yavé, y qué es mi fami lia para que me hayas elevado tanto?
















Entonces vino el rey David y se instaló en presencia de Yavé y le dijo: «¿Quién soy yo, Señor Yavé, y qué es mi fami lia para que me hayas elevado tanto?
Pero esto te parecía todavía demasiado poco, Señor Yavé, y tú extiendes también tus promesas a mis descendientes para un futuro lejano. ¿Es así como actúan los hombres, Señor Yavé?
¿Qué más podría decirte David? Tú sabes bien quién es tu servidor, oh Señor Yavé, y por el mucho amor que le tienes has hecho estas cosas asombrosas que ahora le das a conocer. ¡Qué grande eres, Señor Yavé!
No hay nadie como tú ni hay Dios fuera de ti, como lo hemos aprendido con nuestros propios oídos.
¿Existe sobre la tierra un pueblo que sea como tu pueblo Israel, al cual viniste a rescatar para que fuera tu pueblo, y hacerlo famoso, realizando en su favor grandes y terribles cosas, y expulsando delante de él a naciones y dioses?
Tú has puesto y afirmado a tu pueblo Israel, para que sea siempre tu pueblo, y tú, Yavé, has llegado a ser su Dios.
Ahora, Señor Yavé, guarda siempre la promesa que has hecho a tu siervo y a su familia y actúa como tú lo has dicho.
Que tu nombre sea glorificado por siempre, y que todos di gan: «Yavé Sebaot es Dios en Israel.» La familia de tu servidor David estará firme ante ti,
pues tú, Yavé de los ejércitos, Dios de Israel, le ase guraste a tu servidor que no desaparecería su familia. Por eso, tu servidor se ha atrevido a di rigirte esta plegaria.

Sí, Señor Yavé, tú eres Dios y eres sincero al hacer esta hermosa promesa a tu servidor.
Ahora dígnate bendecir la familia de tu sier vo; que tu bendición acompañe siempre a mi fa milia, como tú, Señor Yavé, lo has dicho.»



Salmo 131. Cuenta con el Señor, desde ahora y para siempre!












Señor, mi corazón no es engreído ni mis ojos altaneros: no he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me superaran.
Al contrario, tranquila y en silencio he mantenido mi alma como un niño saciado que se aprieta a su madre; mi alma en mí nada reclama.

¡Que Israel cuente con el Señor, desde ahora y para siempre!




Marcos 4, 21-25. Cuando llega la luz, ¿debemos ponerla bajo un macetero o debajo de la cama? ¿No la pondremos más bien sobre el candelero?











Jesús les dijo también: «Cuando llega la luz, ¿debemos ponerla bajo un macetero o debajo de la cama? ¿No la pondremos más bien sobre el candelero?
No hay cosa secreta que no deba ser descubierta; y si algo ha sido ocultado, será sacado a la luz.
El que tenga oídos para escuchar, que escuche.»

Les dijo también: «Presten atención a lo que escuchan. La medida con que ustedes midan, se usará para medir lo que reciban, y se les dará mucho más todavía.
Sépanlo bien: al que produce se le dará más, y al que no produce se le quitará incluso lo que tiene.»



martes, 28 de enero de 2014

II Samuel 7,4-17. Te fui a buscar al campo y te saqué de detrás de las ovejas para hacerte jefe de mi pueblo!




 












Pero aquella misma noche le llegó a Natán una palabra de Yavé:
«Ve y dile a mi siervo David: ¿Eres tú quien me construirá una casa para que yo permanezca en ella?
Desde que saqué a Israel de Egipto hasta el día de hoy no he tenido casa, sino que iba de un lado para otro, alojado en una tienda de campaña.
Mientras he caminado entre los israelitas, ¿me he quejado acaso a quienes ordené guiar a mi pueblo? ¿Les pedí acaso que me edificaran una casa cubierta de cedro?
Esto dirás de mi parte a David: «Te fui a buscar al campo y te saqué de detrás de las ovejas para hacerte jefe de mi pueblo.
He estado contigo en todas partes y he destruido ante ti a todos tus enemigos. Pero ahora voy a hacer que tu nombre sea famoso entre los grandes de la tierra.
Yo fijaré un lugar para mi pueblo, Israel; allí lo plantaré y allí quedará. Ya no lo molestarán ni lo seguirán oprimiendo sus enemigos como antes.
Desde el día en que constituí jueces sobre mi pueblo, a ti te he concedido la paz con todos tus enemigos, y ahora te prometo construirte una casa.»
Así dice Yavé: «Cuando se hayan acabado tus días y vayas a descansar con tus padres, yo pondré en el trono a tu hijo, fruto de tus entrañas, y afirmaré su poder.
El me construirá una casa y yo afirmaré su poder para siempre.
Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si hace el mal, yo lo corregiré y lo pegaré como se hace con los niños, pero lo seguiré queriendo.
No lo tra taré como a Saúl, a quien eliminé de lante de ti.
Tu descendencia y tu reino estarán presentes ante mí. Tu trono estará firme hasta la eternidad.»

Natán comunicó a David todo lo que ha bía oído en esta visión.



Marcos 4, 1-20. El sembrador salió a sembrar! El que tenga oídos para oír, que escuche!
















Otra vez Jesús se puso a enseñar a orillas del lago. Se le reunió tanta gente junto a él que tuvo que subir a una barca y sentarse en ella a alguna distancia, mientras toda la gente estaba en la orilla.
Jesús les enseñó muchas cosas por medio de ejemplos o parábolas. Les enseñaba en esta forma:
«Escuchen esto: El sembrador salió a sembrar.
Al ir sembrando, una parte de la semilla cayó a lo largo del camino, vinieron los pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó entre piedras, donde había poca tierra, y las semillas brotaron en seguida por no estar muy honda la tierra.
Pero cuando salió el sol, las quemó y, como no tenían raíces, se secaron.
Otras semillas cayeron entre espinos: los espinos crecieron y las sofocaron, de manera que no dieron fruto.
Otras semillas cayeron en tierra buena: brotaron, crecieron y produjeron unas treinta, otras sesenta y otras cien.
Y Jesús agregó: El que tenga oídos para oír, que escuche.»
Cuando toda la gente se retiró, los que lo seguían se acercaron con los Doce y le preguntaron qué significaban aquellas parábolas.
El les contestó: «A ustedes se les ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera no les llegan más que parábolas.
Y se verifican estas palabras: Por mucho que miran, no ven; por más que oyen no entienden; de otro modo se convertirían y recibirían el perdón.»
Jesús les dijo: «¿No entienden esta parábola? Entonces, ¿cómo comprenderán las demás?
Lo que el sembrador siembra es la Palabra de Dios.
Los que están a lo largo del camino cuando se siembra, son aquellos que escuchan la Palabra, pero en cuanto la reciben, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
Otros reciben la palabra como un terreno lleno de piedras. Apenas reciben la palabra, la aceptan con alegría;
pero no se arraiga en ellos y no duran más que una temporada; en cuanto sobrevenga alguna prueba o persecución por causa de la Palabra, al momento caen.
Otros la reciben como entre espinos; éstos han escuchado la Palabra,
pero luego sobrevienen las preocupaciones de esta vida, las promesas engañosas de la riqueza y las demás pasiones, y juntas ahogan la Palabra, que no da fruto.
Para otros se ha sembrado en tierra buena. Estos han escuchado la palabra, le han dado acogida y dan fruto: unos el treinta por uno, otros el sesenta y otros el ciento.»


lunes, 27 de enero de 2014

Marcos 3, 31-35. Todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre!











Entonces llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron afuera y lo mandaron a llamar.
Como era mucha la gente sentada en torno a Jesús, le transmitieron este recado: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti.»
Él les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.
Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre.»



domingo, 26 de enero de 2014

2 Samuel 5, 1-10. El reinado de David!












Todos los ancianos dirigentes de las tribus de Israel vinieron a hablar con David, en Hebrón, y le dijeron: «Mira que somos sangre de tu sangre.
Ya antes, cuando Saúl reinaba, tú dirigías a Israel en sus campañas, y sabemos que Yavé te dijo: Tú eres el que guiará a mi pueblo, tú llegarás a ser jefe de Israel.»
Así, pues, los dirigentes de Israel fueron donde David, en Hebrón, y, a continuación, hicieron un pacto con David, delante de Yavé, y procedieron a ungirlo como rey de Israel.
David tenía treinta años cuando empezó a reinar.
Primero fue rey de Judá durante siete años y medio, y tenía por capital Hebrón. Después, teniendo por capital Jerusalén, reinó treinta y tres años sobre todo Israel y Judá. En total fueron cuarenta años.
Después de esto, el rey y sus hombres marcharon hacia Jerusalén contra los jebuseos, que ocupaban el país. Estos le dijeron: «No entrarás aquí, pues bastarán los cojos y los ciegos para rechazarte.» Con eso querían decir que jamás iba a entrar en la ciudad.
David, sin embargo, se apoderó de la fortaleza de Sión, la que en Jerusalén de hoy se llama «ciudad de David».
Este día, David dijo: «El que quiera atacar a los jebuseos, que suba por el túnel del agua, pues aborrezco a esos cojos y ciegos.» Por eso dice el proverbio: «No entrarán en el Templo ni cojos ni ciegos.»
David se atrincheró en la fortaleza y la llamó «Ciudad de David». Después construyó un muro alrededor que, con el tiempo, quedó en el interior de la ciudad.

David iba fortaleciéndose cada vez más, y Yavé Sabaot estaba con él.


Marcos 3, 22-30. Si una familia está con divisiones internas, esa familia no podrá subsistir!











Mientras tanto, unos maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Belzebú, jefe de los demonios, y con su ayuda expulsa a los demonios.»
Jesús les pidió que se acercaran y empezó a enseñarles por medio de ejemplos:
«¿Cómo puede Satanás echar a Satanás? Si una nación está con luchas internas, esa nación no podrá mantenerse en pie.
Y si una familia está con divisiones internas, esa familia no podrá subsistir.
De igual modo, si Satanás lucha contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, y pronto llegará su fin.
La verdad es que nadie puede entrar en la casa del Fuerte y arrebatarle sus cosas si no lo amarra primero; entonces podrá saquear su casa.
En verdad les digo: Se les perdonará todo a los hombres, ya sean pecados o blasfemias contra Dios, por muchos que sean.
En cambio el que calumnie al Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón, pues se queda con un pecado que nunca lo dejará.»

Y justamente ése era su pecado cuando decían: Está poseído por un espíritu malo.


sábado, 25 de enero de 2014

I Corintios 1, 10-17. ¡Dios es fiel y no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas! ¡En el momento de la tentación les dará fuerza para superarla!




 












Tampoco se quejen contra Dios como se quejaron muchos de ellos y fueron eliminados por el ángel exterminador.
Todo esto que les sucedió era nuestra misma historia, y fue escrito para instruir a los que vendrían en los últimos tiempos, es decir, a nosotros.
Así, pues, el que crea estar en pie tenga cuidado de no caer.
De hecho, ustedes todavía no han sufrido más que pruebas muy ordinarias. Pero Dios es fiel y no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. En el momento de la tentación les dará fuerza para superarla.
Por lo tanto, hermanos muy queridos, huyan del culto a los ídolos.

Les hablo como a personas sensatas, juzguen ustedes mismos lo que voy a decir.
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
Así, siendo muchos formamos un solo cuerpo, porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan.



viernes, 24 de enero de 2014

Hechos 22, 3-16. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su Nombre!












«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad. Teniendo a Gamaliel de maestro, fui instruido en la Ley de nuestros padres en la forma más seria, y era un fanático del servicio de Dios, como ustedes ahora.
Así que perseguí a muerte a este camino e hice encadenar y meter en la cárcel a hombres y mujeres; esto lo saben muy bien el sumo sacerdote y el Consejo de los Ancianos. Incluso me entregaron cartas para nuestros hermanos de Damasco, y salí para detener a los cristianos que allí había y traerlos encadenados a Jerusalén para que fueran castigados.
Iba de camino, y ya estaba cerca de Damasco, cuando a eso del mediodía se produjo un relámpago y me envolvió de repente una luz muy brillante que venía del cielo.
Caí al suelo y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?» Y él me dijo: «Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues.»
Los que me acompañaban vieron la luz y se asustaron, pero no oyeron al que me hablaba.
Entonces yo pregunté: «Qué debo hacer, Señor?» Y el Señor me respondió: «Levántate y vete a Damasco. Allí te hablarán de la misión que te ha sido asignada.»
El resplandor de aquella luz me dejó ciego, y entré en Damasco llevado de la mano por mis compañeros.
Allí vino a verme un tal Ananías, un hombre muy observante de la Ley y muy estimado por todos los judíos que vivían en Damasco.
Me dijo: «Saulo, hermano mío, recobra la vista». Y en el mismo instante pude verle.
Entonces agregó: «El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas su propia voz.
Con todo lo que has visto y oído, serás en adelante su testigo ante las personas más diversas.
Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su Nombre.»




Marcos 16, 15-18. Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación!
















Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se niegue a creer se condenará.
Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas;

tomarán con sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos.»



jueves, 23 de enero de 2014

Salmo 56. Renuevo mi fe en las palabras de Dios, confío en Dios y no temo más: ¿qué me puede hacer un ser de carne?















Oh Dios, ten piedad de mí, que me hostilizan; me acosan asaltantes todo el día, me hostigan todo el día y me miran cómo me debato. ¡Qué numerosos son mis adversarios!
En ti pondré, oh Altísimo, mi confianza el día que tenga miedo.
Renuevo mi fe en las palabras de Dios, confío en Dios y no temo más: ¿qué me puede hacer un ser de carne?
Oigo todo el día palabras hirientes, no piensan más que en hacerme daño.
Se agrupan, se ocultan, me siguen el rastro, se lanzan a la caza de mi vida.
Después de tanta maldad, que no se escapen, que sobre ellos recaiga, oh Dios, la furia de los paganos.
Tu contaste mis disgustos, recogiste mis lágrimas en tu odre.
Retrocederán mis enemigos el día que te invoque. Sé muy bien que Dios está conmigo.
Mi fe renuevo en las palabras de Dios, tengo fe en la palabra del Señor;
confío en Dios y no temo más, ¿qué puede hacerme un hombre?
No me olvido, oh Dios, de mis promesas, te ofreceré sacrificios para darte gracias,

porque me sacaste de la muerte; no dejaste que diera un paso en falso. En presencia de Dios seguiré caminando a la luz de los vivos.





Marcos 3, 13-19. los Doce apóstoles!






Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él.
Así instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar,
dándoles poder para echar demonios.
Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre Pedro;
Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;

Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo,
y Judas Iscariote, el que después lo traicionó.

miércoles, 22 de enero de 2014

I Samuel 18, 6-9. Los que en Dios consiguen victorias, el mal los mira con malos ojos!
















Todo el pueblo lo quería, incluso los oficiales de Saúl. Cuando David volvió con el pueblo después de haber derrotado al filisteo, las mujeres salieron de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl, con tambores y arpas y con gritos de alegría.
Las mujeres cantaban: «Saúl mató a mil, y David a diez mil.»
Saúl se enojó mucho y el refrán no le gustó, pues comentó: «A David le han dado diez mil, y a mí me dan sólo mil; ahora, lo único que le falta es el reino.»

A partir de ese día, Saúl miró a David con malos ojos.



Salmo 55. Oh Dios, pon atención a mi plegaria no desatiendas mis súplicas














Oh Dios, pon atención a mi plegaria no desatiendas mis súplicas.
Atiéndeme y respóndeme: me agito lamentándome y gimiendo,
al oír la voz del enemigo y las amenazas del impío.
Con sus aullidos me ensordecen y me persiguen con alevosía.
Mi corazón se estremece en mi pecho, una angustia mortal me sobrecoge; me invaden el miedo y el terror y el pavor me atenaza. Y yo dije:
Si tuviera alas de paloma volaría a donde pudiera posarme.
Huiría muy lejos, y pasaría la noche en el desierto.
Buscaría un asilo a toda prisa contra la tempestad y contra el viento.
Dispérsalos, Señor, confúndeles las lenguas, pues violencia y discordia he visto en la ciudad;
rondan por sus murallas día y noche y dentro están la injusticia y el crimen.
El mal aloja en ella; de su plaza no se alejan la astucia y el engaño.
Si llegara a insultarme un enemigo, yo lo soportaría; si el que me odia se alzara en contra mía, me escondería de él;
mas fuiste tú, un hombre como yo, mi familiar, mi amigo,
a quien me unía una dulce amistad; juntos íbamos a la casa de Dios en alegre convivencia.
Que la muerte los sorprenda, que bajen vivos al lugar de los muertos, pues el mal se cobija en su interior.
Pero yo clamo a Dios y el Señor me salvará.
De tarde, de mañana, al mediodía, me lamento y me aflijo y escuchará mi voz.
Me dará la paz, me sacará del combate, aaunque muchos estén en contra mía.
Dios atenderá y los humillará, el que reina desde siempre. ¿Podrán convertirse si no temen a Dios?
Alzan la mano contra sus amigos, no cumplen sus compromisos,
su boca es más untuosa que una crema pero su corazón es agresivo; sus palabras, más suaves que el aceite, son espadas desenvainadas.
Descarga en el Señor todo tu peso, porque él te sostendrá; no dejará que el justo se hunda para siempre.

Tú, oh Dios, los echarás al pozo de la muerte los hombres sanguinarios y embusteros: no llegarán a la mitad de su vida, pero yo, confío en ti.


Mateo 3, 7-12. Muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: "Abrahán es nuestro padre"













Juan vio que un grupo de fariseos y de saduceos habían venido donde él bautizaba, y les dijo: «Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se les viene encima?
Muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: "Abrahán es nuestro padre".
Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán aún de estas piedras.
El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto, será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo en el agua, y es el camino a la conversión. Pero después de mí viene uno con mucho más poder que yo, - yo ni siquiera merezco llevarle las sandalias - él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego.
Ya tiene la pala en sus manos para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en sus bodegas, mientras que la paja la quemará en el fuego que no se apaga.»



martes, 21 de enero de 2014

I Samuel 17, 32-51. Yavé no necesita espada o lanza para dar la victoria, porque la suerte de la batalla está en sus manos!












David dijo a Saúl: «¡No hay por qué tenerle miedo a ése! Yo, tu servidor, iré a pelear con ese filisteo.»
Dijo Saúl: «No puedes pelear contra él, pues tú eres un jovencito y él es un hombre adiestrado para la guerra desde su juventud.»
David le respondió: «Cuando estaba guardando el rebaño de mi padre y venía un león o un oso y se llevaba una oveja del rebaño,
yo lo perseguía y lo golpeaba y se la arrancaba. Y si se volvía contra mí, lo tomaba de la quijada y lo golpeaba hasta matarlo. Yo he matado leones y osos; lo mismo haré con ese filisteo que ha insultado a los ejércitos del Dios vivo.»
Y añadió David: «Yavé, que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará de las manos de este filisteo.»
Entonces Saúl dijo a David: «Vete y que Yavé sea contigo.»
Luego Saúl le puso su equipo de combate. Le dio un casco de bronce y una coraza.
Después, David se abrochó el cinturón con la espada por sobre la coraza, pero no pudo andar porque no estaba acostumbrado. Y se deshizo de todas estas cosas.
Tomó, en cambio, su bastón, escogió en el río cinco piedras lisas y las colocó en su bolsa de pastor. Luego avanzó hacia el filisteo con la honda en la mano.
El filisteo se acercó más y más a David, precedido por el que llevaba su escudo, y cuando lo vio lo despreció porque era un jovencito.
Y le dijo: «¿Crees que soy un perro para que vengas a amenazarme con un palo?
¡Que mis dioses te maldigan! ¡Ven a atacarme para poder así tirar tu cuerpo a las aves de rapiña y a las fieras salvajes!»
David, empero, le respondió: «Tú vienes a pelear conmigo armado de jabalina, lanza y espada; yo, en cambio, te ataco en nombre de Yavé, el Dios de los Ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado.
Hoy te entregará Yavé en mis manos, te derribaré y te cortaré la cabeza. Y hoy mismo daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves de rapiña y a las fieras salvajes. Toda la tierra sabrá que hay un Dios en Israel, y sabrán todas estas gentes que Yavé no necesita espada o lanza para dar la victoria, porque la suerte de la batalla está en sus manos.»
Cuando el filisteo se lanzó contra David,
éste metió rápidamente su mano en la bolsa, sacó la piedra y se la tiró con la honda. La piedra alcanzó al filisteo, hundiéndosele en la frente. Este cayó de bruces al suelo.
David, entonces, corrió y se puso de pie encima de su cuerpo, tomó su espada y lo remató cortándole la cabeza. Los filisteos, al ver muerto a su campeón, huyeron.

Así, pues, sin otra arma que su honda y una piedra, David derrotó al filisteo y le quitó la vida.




Salmo 143. Señor, escucha mi oración, atiende a mis plegarias, respóndeme tú que eres fiel y justo!














Señor, escucha mi oración, atiende a mis plegarias, respóndeme tú que eres fiel y justo.
No llames a juicio a tu siervo pues no hay quien sea justo en tu presencia.
El enemigo corre tras mi vida, me aplasta contra el suelo, y me manda de vuelta a las tinieblas junto a los muertos sin edad ni tiempo.
Mi espíritu en mí desfallece, mi corazón se asusta en mi interior.
Me acuerdo de los días de otro tiempo, medito en todas tus acciones, en la obra de tus manos reflexiono.
Alargo a ti mis manos, mi alma es una tierra sedienta de ti.
Apresúrate, Señor, en responderme, porque me estoy quedando sin resuello, no me escondas tu cara, que no sea de los que bajan a la fosa.
Hazme sentir tu amor desde la mañana, pues en ti yo confío; haz que sepa el camino que he de seguir, pues levanto a ti mi alma.
Líbrame, Señor, de mis enemigos, pues me escondí cerca de ti.
Enséñame a que haga tu voluntad ya que tú eres mi Dios; que tu buen espíritu me guíe por un terreno plano.
Por el honor de tu nombre, Señor, haz que yo viva, tú que eres justo, sácame del aprieto.
Por tu amor aniquila a mis contrarios, y destruye a mis opresores, pues yo soy tu servidor.


Salmo 146. ¡Aleluya! ¡Alaba al Señor, alma mía! Dichoso aquel que a Dios tiene de ayuda!













¡Aleluya! ¡Alaba al Señor, alma mía!

Mientras viva yo quiero alabar al Señor, quiero salmodiar para el Señor mientras exista.
No pongas tu confianza en los que mandan, ni en el mortal, que no puede salvarte; no bien se le va el alma, vuelve al polvo, y ese día se acaban sus proyectos.
Dichoso aquel que al Dios de Jacob tiene de ayuda y pone su esperanza en el Señor, su Dios, en el que hizo los cielos y la tierra, el mar y todo cuanto ellos encierran.
 El su lealtad conserva siempre, y su justicia da a los oprimidos, proporciona su pan a los hambrientos. El Señor deja libres a los presos.
El Señor da la vista a los ciegos, el Señor endereza a los encorvados, el Señor ama a los justos; da el Señor protección al forastero, y reanima al huérfano y a la viuda, mas desvía el camino de los malvados.
El Señor reina para siempre, tu Dios, Sión, de generación en generación. ¡Aleluya!



Marcos 3, 1-6. Jesús paseó sobre ellos su mirada, enojado y muy apenado por su ceguera!














Otro día entró Jesús en la sinagoga y se encontró con un hombre que tenía la mano paralizada.
Pero algunos estaban observando para ver si lo sanaba Jesús en día sábado. Con esto tendrían motivo para acusarlo.
Jesús dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Ponte de pie y colócate aquí en medio.»,
Después les preguntó: «¿Qué nos permite la Ley hacer en día sábado? ¿Hacer el bien o hacer daño? ¿Salvar una vida o matar?» Pero ellos se quedaron callados.
Entonces Jesús paseó sobre ellos su mirada, enojado y muy apenado por su ceguera, y dijo al hombre: «Extiende la mano.» El paralítico la extendió y su mano quedó sana.

En cuanto a los fariseos, apenas salieron, fueron a juntarse con los partidarios de Herodes, buscando con ellos la forma de eliminar a Jesús.



lunes, 20 de enero de 2014

I Samuel 16, 1-13. La mirada de Dios no es la del hombre; el hombre mira las apariencias, pero Yavé mira el corazón!













Yavé dijo a Samuel: «Yo soy el que ha rechazado a Saúl y he decidido que no reinará más sobre Israel. ¿Hasta cuándo, pues, vas a estar llorando por él? Llena tu cuerno de aceite, pues quiero que vayas a casa de Jesé, del pueblo de Belén, porque he elegido a uno de sus hijos para ser mi rey.»
Samuel contestó: «¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl me matará.» Respondió Yavé: «Lleva una ternera e irás como para ofrecer un sacrificio.
Invita a Jesé al sacrificio y te indicaré lo que tienes que hacer y me ungirás al que yo te ordene.»
Cumplió Samuel lo que Yavé le había mandado. Cuando llegó a Belén, los jefes de la ciudad salieron temblando a su encuentro y le preguntaron: «¿Vienes en son de paz?»
Samuel respondió: «Sí, he venido a sacrificar a Yavé. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio.» Samuel purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab, el mayor de edad, y se dijo: «Sin duda éste será el elegido.»
Pero Yavé dijo a Samuel: «No mires su apariencia ni su gran estatura, porque lo he descartado. Pues la mirada de Dios no es la del hombre; el hombre mira las apariencias, pero Yavé mira el corazón.»
Llamó Jesé a su hijo Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel, quien dijo: «Tampoco a éste ha elegido Yavé.»
Jesé hizo pasar a Sama, pero Samuel dijo: «Tampoco es éste el que ha elegido Yavé.»
Jesé hizo pasar a sus siete hijos ante Samuel, pero éste dijo: «A ninguno de éstos ha elegido Yavé.»
Preguntó, pues, Samuel a Jesé: «¿Están aquí todos tus hijos?» El contestó: «Falta el más pequeño, que está cuidando las ovejas.» Samuel le dijo: «Anda a buscarlo, pues no nos sentaremos a comer hasta que él haya venido.»
Mandó Jesé a buscar a su hijo menor. Era rubio, tenía lindos ojos y buena presencia. Y Yavé dijo: «Levántate y conságralo con aceite, porque es éste.»
Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu de Yavé permaneció sobre David desde aquel día.Luego se marchó Samuel y volvió a Ramá.