viernes, 10 de enero de 2014

Juan 3, 22-30. Nadie puede atribuirse más de lo que el Cielo le quiere dar!














Después de esto, Jesús se fue con sus discípulos al territorio de Judea. Allí estuvo con ellos y bautizaba.
Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salín, porque allí había mucha agua; la gente venía y se hacía bautizar.
(Esto ocurría antes de que Juan hubiera sido encarcelado).
Un día los discípulos de Juan tuvieron una discusión con un judío sobre la purificación espiritual.
Fueron donde Juan y le dijeron: «Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y en cuyo favor tú hablaste, está ahora bautizando y todos se van a él.»
Juan respondió: «Nadie puede atribuirse más de lo que el Cielo le quiere dar.
Ustedes mismos son testigos de que yo dije: Yo no soy el Mesías, sino el que ha sido enviado delante de él.
Es el novio quien tiene a la novia; el amigo del novio está a su lado y hace lo que él le dice y se alegra con sólo oír la voz del novio. Por eso me alegro sin reservas.

Es necesario que él crezca y que yo disminuya.



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