miércoles, 15 de enero de 2014

Marcos 1, 40-45. Si tú quieres, puedes limpiarme!











Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó : «Si tú quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Al instante se le quitó la lepra y quedó sano.
Entonces Jesús lo despidió, pero le ordenó enérgicamente:
«No cuentes esto a nadie, pero vete y preséntate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que ordena la Ley de Moisés, pues tú tienes que hacer tu declaración.» Pero el hombre, en cuanto se fue, empezó a hablar y a divulgar lo ocurrido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares solitarios. Pero la gente venía a él de todas partes.



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