jueves, 11 de julio de 2013

Salmo 36. Dios! conserva tu amor a los que te conocen, tus premios a los de recto corazón!

















Sólo el pecado habla al impío en el fondo de su corazón; ¡ningún temor de Dios ante sus ojos!

Se mira con tan buen concepto, que se niega a admitir su culpa.

Sus palabras son fraude y maldad; renunció a ser sensato, a obrar el bien.

Hasta en su lecho rumia sus maldades; se obstina en el camino que no es bueno, no renuncia al mal.

Señor, tu amor está sobre los cielos y tu fidelidad pasa las nubes.

Como los altos montes es tu justicia, y tus decretos como los abismos; Señor, tú ayudas a hombres y animales:

¡qué valiosa es tu gracia! A ti acuden los hijos de Adán debajo de tus alas se refugian; se sacian con lo mejor de tu casa, y le quitas la sed en tu río de delicias.

En ti se halla la fuente de la vida, y es por tu luz que vemos la luz.

Conserva tu amor a los que te conocen, tus premios a los de recto corazón.

Que no me aplaste el pie del orgulloso, ni me atrape la mano del impío.

¡Ahí están, cayeron los malhechores, fueron tumbados y no pueden levantarse!



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