viernes, 24 de octubre de 2014

Efesios 4, 7-16. Estaremos en la verdad y el amor, e iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo!




















Cada uno de nosotros ha recibido su talento y Cristo es quien fijó la medida de sus dones para cada uno.
Pues se dijo: Subió a las alturas, llevó cautivos, y dio sus dones a los hombres.
Subió. Se refiere al que antes había bajado con los muertos al mundo inferior.
El mismo que bajó, subió después por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
Y ¿dónde están sus dones? Unos son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, otros pastores y maestros.
Así prepara a los suyos para las obras del ministerio en vista a la construcción del cuerpo de Cristo;
hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser el Hombre perfecto, con esa madurez que no es menos que la plenitud de Cristo.
Entonces no seremos ya niños a los que mueve cualquier oleaje o viento de doctrina o cualquier invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar.
Estaremos en la verdad y el amor, e iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo.

El hace que el cuerpo crezca, con una red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, tomando en cuenta y valorizando las capacidades de cada uno. Y así el cuerpo se va construyendo en el amor.



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