lunes, 26 de mayo de 2014

Hechos 16, 22-34. Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia!



















La gente se les echó encima. Los oficiales mandaron arrancarles las ropas y los hicieron apalear.
Después de haberles dado muchos golpes, los echaron a la cárcel, dando orden al carcelero de vigilarlos con todo cuidado.
Este, al recibir dicha orden, los metió en el calabozo interior, y les sujetó los pies con cadenas al piso del calabozo.
Hacia la media noche Pablo y Silas estaban cantando himnos a Dios, y los demás presos los escuchaban.
De repente se produjo un temblor tan fuerte que se conmovieron los cimientos de la cárcel; todas las puertas se abrieron de golpe y a todos los presos se les soltaron las cadenas.
Se despertó el carcelero y vio todas las puertas de la cárcel abiertas. Creyendo que los presos se habían escapado, sacó la espada para matarse, pero Pablo le gritó: «No te hagas daño, que estamos todos aquí.»
El hombre pidió una luz, entró de un salto y, después de encerrar bien a los demás presos, se arrojó temblando a los pies de Pablo y Silas.
Después los sacó fuera y les preguntó: «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?»
Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.»
Así que le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa, y él, sin más demora, les lavó las heridas y se bautizó con toda su familiala a aquella hora de la noche.

Los había llevado a su casa; allí preparó la mesa e hicieron fiesta con todos los suyos por haber creído en Dios.

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