viernes, 4 de abril de 2014

Salmos 7. Yo alabaré al Señor por su justicia y cantaré al Nombre del Altísimo!



















Señor, Dios mío, en ti yo me refugio, líbrame de mis perseguidores, sálvame.
No sea que me atrape como un león, y me arrastre sin que nadie me salve.
Señor Dios mío, si he actuado mal, si ha manchado mis manos la maldad, si he devuelto mal por bien, o despojado sin razón a mi contrario, que mi enemigo me persiga y me alcance, que aplaste mi persona contra el suelo y esparza por el polvo mis entrañas.
Enójate, Señor, y ponte de pie, haz frente al furor de mis opresores. Despiértate, oh Dios, para abrir el juicio.
Que la asamblea de las naciones te rodee, y presídela tú, desde lo alto.
Tú que juzgas a las naciones, proclama, Señor, mi rectitud y reconoce mi inocencia.
Pon fin a la maldad y a los malvados, y fortalece tú al justo, pues las mentes y los corazones tú sondeas, tú que eres un Dios justo.
Dios es el escudo que me cubre, él, que salva a los de recto corazón.
Dios es un juez justo, atento siempre para castigar. Arrepiéntanse, o tengan cuidado:
El Señor tiene su espada afilada, su arco tenso y la flecha apuntando.
Tiene en su mano, siempre preparadas, armas mortíferas y flechas encendidas.

Miren al hombre preñado de malicia: Concibe la desgracia y da a luz el fracaso
Cava una fosa y la hace profunda, pero en la trampa que ha hecho caerá.
Su maldad le recae en la cabeza y le rebota en la cara su violencia.
Yo alabaré al Señor por su justicia y cantaré al Nombre del Altísimo.

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