domingo, 13 de abril de 2014

Juan 12, 1-11. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre!



















Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
Allí lo invitaron a una cena. Marta servía y Lázaro estaba entre los invitados.
María, pues, tomó una libra de un perfume muy caro, hecho de nardo puro, le ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos, mientras la casa se llenaba del olor del perfume.
Judas Iscariote, el discípulo que iba a entregar a Jesús, dijo:
«Ese perfume se podría haber vendido en trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.»
En realidad no le importaban los pobres, sino que era un ladrón, y como estaba encargado de la bolsa común, se llevaba lo que echaban en ella.
Pero Jesús dijo: «Déjala, pues lo tenía reservado para el día de mi entierro.

A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.»
Muchos judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por ver a Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
Entonces los jefes de los sacerdotes pensaron en dar muerte también a Lázaro, pues por su causa muchos judíos se alejaban de ellos y creían en Jesús.

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