lunes, 30 de septiembre de 2013

Salmo 86 Regocija el alma de tu siervo, pues a ti, Señor, elevo mi alma!




















Escúchame, Señor, y respóndeme, pues soy pobre y desamparado;
si soy tu fiel, vela por mi vida, salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios; piedad de mí, Señor, que a ti clamo todo el día.
Regocija el alma de tu siervo, pues a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú eres, Señor, bueno e indulgente, lleno de amor con los que te invocan.
Señor, escucha mi plegaria, pon atención a la voz de mis súplicas.
A ti clamo en el día de mi angustia, y tú me responderás.
Nadie como tú, Señor, entre los dioses y nada que a tus obras se asemeje.
Todos los paganos vendrán para adorarte y darán, Señor, gloria a tu nombre.
Porque eres grande y haces maravillas, tú solo eres Dios.
Tus caminos enséñame, Señor, para que así ande en tu verdad; unifica mi corazón con el temor a tu nombre.
Señor, mi Dios, de todo corazón te daré gracias y por siempre a tu nombre daré gloria,
por el favor tan grande que me has hecho: pues libraste mi vida del abismo.
Oh Dios, me echan la culpa los soberbios, una banda de locos busca mi muerte, y son gente que no piensan en ti.
Mas tú, Señor, Dios tierno y compasivo, lento para enojarte, lleno de amor y lealtad,
vuélvete a mí y ten piedad de mí, otórgale tu fuerza a tu servidor y salva al hijo de tu sierva,

y para mi bien haz un milagro. Humillados verán mis enemigos que tú, Señor, me has ayudado y consolado.



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