domingo, 15 de septiembre de 2013

Salmo 27. ¡El Señor es mi luz y mi salvación! ¿a quién he de temer?







El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Amparo de mi vida es el Señor, ¿ante quién temblaré?
Cuando los malvados se lanzan contra mí para comer mi carne, ellos, mis enemigos y contrarios, tropiezan y perecen.
Si me sitia un ejército contrario, mi corazón no teme, si una guerra estalla contra mí, aún tendré confianza.
Una cosa al Señor, sólo le pido, la cosa que yo busco es habitar la casa del Señor mientras dure mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y cuidar de su santuario.
Porque él me dará asilo en su cabaña en tiempos de desdicha, me ocultará en el secreto de su tienda, y me alzará sobre la roca.
Y ahora mi cabeza se levanta sobre mis enemigos que me cercan. Jubiloso en su carpa ofreceré sacrificios con aclamaciones. Quiero cantar, tocar para el Señor.
Señor, oye la voz con que a ti clamo, escucha, por piedad.
Mi corazón de ti me habla diciendo: "Procura ver su faz".
Es tu rostro, Señor, lo que yo busco, no me escondas tu cara. Con enojo a tu siervo no rechaces; eres tú mi defensa, ¡no me abandones, no me dejes solo, mi Dios y Salvador!
Si me abandonaran mi padre y mi madre, me acogería el Señor.
Enséñame, Señor, tus caminos, y guíame por sendero llano.
Líbrame del afán de mis contrarios, pues contra mí se levantan falsos testigos que lanzan amenazas.
La bondad del Señor espero ver en la tierra de los vivientes.

Confía en el Señor, ¡ánimo, arriba! espera en el Señor.



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