lunes, 30 de junio de 2014

Amós 3, 1-8. El Señor Yavé no hace nada sin comunicárselo antes a sus servidores, los profetas.






















Escuchen, israelitas, esta palabra de Yavé que se refiere a ustedes y a todos los suyos, a quienes hizo salir de Egipto:
No me di a conocer más que a ustedes entre todas las naciones de la tierra, y por esta razón los castigaré de un modo especial por todas sus maldades.
¿Emprenden, acaso, dos hombres juntos el camino sin haberse puesto antes de acuerdo?
¿No ruge el león en la selva porque ha cazado una presa?¿No resuena en su guarida el rugido del cachorro porque tiene algo que comer?
¿No cae un pajarito en la trampa porque alguien la ha armado antes?
¿Se levanta del suelo una trampa antes de que haya caído algo? ¿Resuena la trompeta en una ciudad sin que se alarme toda la población? ¿Sucede alguna desgracia en un pueblo sin que venga del Señor?
En realidad, el Señor Yavé no hace nada sin comunicárselo antes a sus servidores, los profetas.

Así como nadie queda impertérrito al oír el rugido del león, así tampoco se negará nadie a profetizar cuando escucha lo que le habla el Señor.

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