Jesús dijo además: «Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo.
La tierra da fruto por sí misma: primero la hierba, luego la espiga, y por último la espiga se llena de granos.
Y cuando el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Jesús les dijo también: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué comparación lo podríamos expresar?
Es semejante a una semilla de mostaza; al sembrarla, es la más pequeña de todas las semillas que se echan en la tierra, pero una vez sembrada, crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes, que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra.»
Jesús usaba muchas parábolas como éstas para anunciar la Palabra, adaptándose a la capacidad de la gente.
No les decía nada sin usar parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
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