Oh Dios, ten piedad de mí, que me hostilizan; me acosan asaltantes todo el día, me hostigan todo el día y me miran cómo me debato. ¡Qué numerosos son mis adversarios!
En ti pondré, oh Altísimo, mi confianza el día que tenga miedo.
Renuevo mi fe en las palabras de Dios, confío en Dios y no temo más: ¿qué me puede hacer un ser de carne?
Oigo todo el día palabras hirientes, no piensan más que en hacerme daño.
Se agrupan, se ocultan, me siguen el rastro, se lanzan a la caza de mi vida.
Después de tanta maldad, que no se escapen, que sobre ellos recaiga, oh Dios, la furia de los paganos.
Tu contaste mis disgustos, recogiste mis lágrimas en tu odre.
Retrocederán mis enemigos el día que te invoque. Sé muy bien que Dios está conmigo.
Mi fe renuevo en las palabras de Dios, tengo fe en la palabra del Señor;
confío en Dios y no temo más, ¿qué puede hacerme un hombre?
No me olvido, oh Dios, de mis promesas, te ofreceré sacrificios para darte gracias,
porque me sacaste de la muerte; no dejaste que diera un paso en falso. En presencia de Dios seguiré caminando a la luz de los vivos.
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