viernes, 24 de enero de 2014

Hechos 22, 3-16. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su Nombre!












«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad. Teniendo a Gamaliel de maestro, fui instruido en la Ley de nuestros padres en la forma más seria, y era un fanático del servicio de Dios, como ustedes ahora.
Así que perseguí a muerte a este camino e hice encadenar y meter en la cárcel a hombres y mujeres; esto lo saben muy bien el sumo sacerdote y el Consejo de los Ancianos. Incluso me entregaron cartas para nuestros hermanos de Damasco, y salí para detener a los cristianos que allí había y traerlos encadenados a Jerusalén para que fueran castigados.
Iba de camino, y ya estaba cerca de Damasco, cuando a eso del mediodía se produjo un relámpago y me envolvió de repente una luz muy brillante que venía del cielo.
Caí al suelo y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?» Y él me dijo: «Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues.»
Los que me acompañaban vieron la luz y se asustaron, pero no oyeron al que me hablaba.
Entonces yo pregunté: «Qué debo hacer, Señor?» Y el Señor me respondió: «Levántate y vete a Damasco. Allí te hablarán de la misión que te ha sido asignada.»
El resplandor de aquella luz me dejó ciego, y entré en Damasco llevado de la mano por mis compañeros.
Allí vino a verme un tal Ananías, un hombre muy observante de la Ley y muy estimado por todos los judíos que vivían en Damasco.
Me dijo: «Saulo, hermano mío, recobra la vista». Y en el mismo instante pude verle.
Entonces agregó: «El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas su propia voz.
Con todo lo que has visto y oído, serás en adelante su testigo ante las personas más diversas.
Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su Nombre.»




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