domingo, 19 de enero de 2014

I Samuel 15, 16-23. A Yavé no le agradan los holocaustos y los sacrificios, sino que se escuche su voz; la obediencia vale más que los sacrificios!












Entonces Samuel dijo a Saúl: «Déjame hablar y te contaré lo que me ha revelado Yavé esta noche.» «Habla», respondió Saúl.
Dijo, pues, Samuel: «Aunque te creías pequeño, ¿no llegaste acaso a ser el jefe de las tribus de Israel y no te consagró Yavé como rey de Israel?
Pues bien, él te envió al combate con esta misión: «Anda a acabar con todos esos pecadores, los amalecitas; hazles la guerra hasta que no quede ninguno.» ¿Por qué, entonces, desobedeciste a Yavé?
¿Por qué te has abalanzado sobre el botín y has hecho lo que no le gusta a Yavé?»
Saúl respondió a Samuel: «Yo hice lo que me ordenó: traje prisionero a Agag, rey de Amalec, y condené a muerte a todos los amalecitas.
Bien es verdad que el pueblo ha tomado las ovejas y vacas, lo mejor, pero esto fue para sacrificarlo a Yavé en Guilgal.»
Entonces Samuel dijo: «A Yavé no le agradan los holocaustos y los sacrificios, sino que se escuche su voz; la obediencia vale más que los sacrificios; la docilidad tiene más precio que la grasa de los corderos; la rebeldía es tan grave como el pecado de los adivinos; tener el corazón porfiado es como guardar ídolos. Puesto que tú has descartado la orden de Yavé, él te ha descartado como rey.»


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