¡Señor, cuántos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí!
¡Cuántos los que me dicen: "Ya no tienes en Dios salvación"!
Mas tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria, el que levanta mi cabeza.
Tan pronto como llamo al Señor, me responde desde su monte santo.
Yo me acuesto y me duermo, y me levanto: el Señor me sostiene.
No le temo al pueblo que me rodea, que por todas partes me amenaza.
¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, oh Dios mío! Tú golpeas en la cara a mis enemigos y a los malvados les rompes los dientes.
La salvación viene del Señor, que tu bendición venga sobre tu pueblo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario