Nacimos por pura casualidad, y cuando lleguemos al final será como si no hubiésemos existido. Nuestro soplo vital no es más que el vapor de nuestro aliento; nuestro pensamiento salta como una chispa del latido de nuestro corazón.
Cuando llegue a extinguirse, el cuerpo regresará al polvo, y el espíritu se dispersará como una bocanada de aire.
Con el tiempo se olvidarán de nuestro nombre, nadie más pensará en lo que hicimos; nuestra vida pasa como la sombra de una nube, se desvanece como niebla a los rayos del sol.
Nuestra vida es sólo el paso de una sombra, cuando llega el fin es sin vuelta: una vez sellado, nadie vuelve.
Vengan, pues, gocemos de los bienes presentes, aprovechémonos de todo, ¡ea vamos, es la juventud!
¡que haya vino y perfumes!
¡No dejemos que se marchiten las rosas, pongamos las en nuestra corona!
¡Que nadie de nosotros falte a nuestra comilonas; por todas partes dejaremos recuerdos de nuestras fiestas, pues esa es nuestra herencia y nuestra suerte.
Seamos duros con esos pobres piadosos, y lo mismo con las viudas; ¡nada de respeto con los viejos de cabellos blancos!
¡Nuestra fuerza sea la ley! La debilidad es prueba de que uno no sirve para nada!
Hagamos la guerra al que nos reprende porque violamos la Ley; nos recuerda cómo fuimos educados y nos echa en cara nuestra conducta.
Pretende conocer a Dios y se proclama hijo del Señor.
No hace más que contradecir nuestras ideas, y su sola presencia nos cae pesada.
Lleva una vida distinta a la de todos y es rara su conducta.
Nos considera unos degenerados, creería mancharse si actuara como nosotros. Habla de una felicidad para los justos al final y se vanagloría de tener a Dios por padre.
Veamos pues si lo que dice es verdad y hagamos la prueba: ¿cómo se librará?
Si el justo es hijo de Dios, Dios le ayudará y lo librará de sus adversarios.
Sometámoslo a humillaciones y a torturas, veamos cómo las acepta, probemos su paciencia.
Luego condenémoslo a una muerte infame pues, según él, alguien intenvendrá".
Así es como razonan, pero están equivocados. Su maldad los enceguece,
de tal manera que no conocen los secretos de Dios. No esperan la recompensa de una vida santa, ni creen que las almas puras tendrán su paga.
Pero Dios creó al hombre a imagen de lo que en él es invisible, y no para que fuera un ser corruptible.
La envidia del diablo introdujo la muerte en el mundo, y la experimentan los que toman su partido.
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