viernes, 29 de noviembre de 2013
Romanos 10, 9-18. La Escritura ya lo dijo: El que cree en él no quedará defraudado!
Porque te salvarás si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos.
La fe del corazón te procura la verdadera rectitud, y tu boca, que lo proclama, te consigue la salvación.
La Escritura ya lo dijo: El que cree en él no quedará defraudado.
Así que no hay diferencia entre judío y griego; todos tienen el mismo Señor, que es muy generoso con todo el que lo invoca;
porque todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.
Pero ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en él? Y ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no hay quien lo proclame?
Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados? Como dice la Escritura: Qué bueno es ver los pasos de los que traen buenas noticias.
Pero es un hecho que no todos aceptaron la Buena Noticia, como decía Isaías: Señor, ¿quién nos ha escuchado y ha creído?
Así, pues, la fe nace de una proclamación, y lo que se proclama es el mensaje cristiano.
Me pregunto: ¿Será porque no oyeron? ¡Claro que oyeron! Esta voz resonó en toda la tierra, y sus palabras se oyeron hasta en el último rincón del mundo.
Mateo 4, 12-25. Jesús te llama!
Cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea.
No se quedó en Nazaret, sino que fue a vivir a Cafarnaún, a orillas del lago, en la frontera entre Zabulón y Neftalí.
Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, en el camino hacia el mar, a la otra orilla del Jordán, Galilea, tierra de paganos, escuchen:
La gente que vivía en la oscuridad ha visto una luz muy grande; una luz ha brillado para los que viven en lugares de sombras de muerte.
Desde entonces Jesús empezó a proclamar este mensaje: «Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está ahora cerca.»
Mientras Jesús caminaba a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al mar.
Jesús los llamó: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.»
Al instante dejaron las redes y lo siguieron.
Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, hijo de Zebedeo, con su hermano Juan; estaban con su padre en la barca arreglando las redes. Jesús los llamó,
y en seguida ellos dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús empezó a recorrer toda la Galilea; enseñaba en las sinagogas de los judíos, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba en el pueblo todas las dolencias y enfermedades.
Su fama se extendió por toda Siria. La gente le traía todos sus enfermos y cuantos estaban aquejados por algún mal: endemoniados, lunáticos y paralíticos, y él los sanaba a todos.
Empezaron a seguir a Jesús muchedumbres: gente de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.
jueves, 28 de noviembre de 2013
Daniel 7, 2-14. Su poder es poder eterno y que nunca pasará; y su reino jamás será destruido!
Daniel tomó la palabra y dijo: «Contemplaba yo en mi visión lo siguiente: los cuatro vientos del cielo agitaron el mar grande, y cuatro animales enormes, todos diferentes entre sí, salieron del mar
El primero era como un león con alas de águila. Mientras yo lo miraba, le arrancaron las alas, fue levantado de la tierra, se enderezó sobre las patas como un hombre, y se le dio un corazón de hombre.
El segundo era una bestia semejante a un oso; iba levantada de un lado y tenía tres costillas entre los dientes. Se le decía: «Anda y devora mucha carne.»
Yo seguí mirando y vi otra bestia como un leopardo con cuatro alas en el lomo; tenía cuatro cabezas y se le dio el poder
Seguí mirando en mis visiones nocturnas y vi la terrible cuarta bestia. Era espantosa y extraordinariamente fuerte; tenía enormes dientes de hierro; comía, trituraba y lo sobrante lo pisoteaba con las patas.
Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos. Yo estaba observando los cuernos, cuando en esto despuntó entre ellos otro cuerno pequeño, y tres de los primeros fueron arrancados para dar cabida al nuevo. Este tenía como ojos humanos y una boca que decía palabras insolentes
Estaba observando y vi lo siguiente: Pusieron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestido era blanco como la nieve; su pelo, albo como la lana blanqueada. Su trono era de llamas de fuego con ruedas de fuego ardiente.
Un río de fuego salía y corría delante de él. Miles y miles lo servían, y una muchedumbre que no se podía contar estaba de pie en su presencia Los del tribunal se sentaron y abrieron los libros.
Pero, mientras yo recordaba las palabras orgullosas del Cuerno con ojos y boca de hombre que había visto antes, este animal fue muerto a mi vista, y su cuerpo, destrozado y entregado al fuego.
A los demás animales se les quitó su poderío, aunque se les dejó una prolongación de vida por un tiempo y hasta una fecha determinada
Seguí contemplando la visión nocturna En las nubes del cielo venía uno como hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia
A él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos y las naciones de todos los idiomas le sirvieron. Su poder es poder eterno y que nunca pasará; y su reino jamás será destruido
Lucas 21, 29-33. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán!
Y Jesús propuso esta comparación: «Fíjense en la higuera y en los demás árboles.
Cuando echan los primeros brotes, ustedes saben que el verano ya está cerca.
Así también, apenas vean ustedes que suceden las cosas que les dije, sepan que el Reino de Dios está cerca.
Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo eso suceda.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Daniel 6, 12-29. El salva y libra, obra señales y milagros en los cielos y en la tierra; él ha salvado a Daniel de los leones!
Entonces se presentaron al rey y le dijeron sobre la prohibición real: «¿No firmaste tú una prohibición según la cual todo el que dirigiera, en el término de treinta días, una oración a cualquiera que fuera, dios u hombre, fuera de ti, oh rey, sería echado al foso de los leones? RRespondió el rey: «La cosa está decidida, según la ley de los medos y los persas, que es irrevocable.»
Entonces ellos dijeron en presencia del rey: «Daniel, el desterrado judío, no hace caso de ti, ni de la prohibición que firmaste, y reza tres veces al día.
Al oír estas palabras, el rey se afligió mucho y se propuso salvar a Daniel; hasta la puesta del sol estuvo buscando el modo de librarlo.
Pero aquellos hombres volvieron apresuradamente ante el rey y le dijeron: «Ya sabes, oh rey, que según la ley de los medos y los persas ninguna prohibición o decreto real puede ser modificado.
Entonces el rey dio orden de traer a Daniel y de arrojarlo al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: «Que tu Dios, al que sirves con tanto valor, te libre.
Trajeron una piedra y la colocaron a la entrada del foso. El rey la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para que la suerte de Daniel no pudiera cambiarse.
Después el rey volvió a su palacio y se acostó en ayunas. No quiso que le trajeran compañía y perdió el sueño
Al amanecer, cuando rayaba el alba, el rey se levantó y se dirigió a toda prisa al foso de los leones.
Al acercarse al foso, gritó a Daniel con voz angustiosa: «Daniel, servidor del Dios verdadero, ¿ha podido tu Dios, a quien sirves con perseverancia, librarte de los leones?»
Entonces Daniel habló con el rey: «¡Viva el rey para siempre!
Mi Dios envió a su ángel para cerrar la boca de los leones y no me han hecho ningún mal porque Dios me sabía inocente. Tampoco en contra tuya he cometido ninguna falta.
Entonces el rey se alegró sobremanera y mandó sacar a Daniel del foso. Lo sacaron y no hallaron ninguna herida, porque había confiado en Dios.
Y el rey mandó traer a los hombres que habían acusado a Daniel y echarlos al foso de los leones, junto con sus mujeres y sus hijos. No llegaban al fondo del foso cuando los leones se lanzaron sobre ellos y los despedazaron
Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos y naciones, y a los hombres de todos los idiomas que habitan en toda la tierra:
«¡Paz abundante! Doy orden de que en todos los dominios de mi reino se tema y se respete al Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo que existe eternamente, su reino no será destruido y su imperio durará hasta el fin.
El salva y libra, obra señales y milagros en los cielos y en la tierra; él ha salvado a Daniel de los leones.
Y Daniel prosperó en el reinado de Darío y en el de Ciro, el persa.
Lucas 21, 20-28. Verán al Hijo del Hombre viniendo en la Nube, con gran poder e infinita gloria!
Cuando vean a Jerusalén rodeada por ejércitos, sepan que muy pronto será devastada.
Los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén dentro de la ciudad, que salgan y se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a la ciudad.
Porque esos serán los días en que se rendirán cuentas, y se cumplirán todas las cosas que fueron anunciadas en la Escritura.
¡Pobres de las mujeres embarazadas o que estén criando en esos días! Porque una gran calamidad sobrevendrá al país y estallará sobre este pueblo la cólera de Dios.
Morirán al filo de la espada, serán llevados prisioneros a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por las naciones hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.
Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y por toda la tierra los pueblos estarán llenos de angustia, aterrados por el estruendo del mar embravecido.
La gente se morirá de espanto con sólo pensar en lo que va a caer sobre la humanidad, porque las fuerzas del universo serán sacudidas.
Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre viniendo en la Nube, con gran poder e infinita gloria.»
«Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y levanten la cabeza, porque está cerca su liberación.»
martes, 26 de noviembre de 2013
Daniel 3, 62-67. alábenlo y ensálcenlo eternamente!
Lucas 21, 12-19. Manténganse firmes!
Pero antes de que eso ocurra los tomarán a ustedes presos, los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, y ésa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces por su defensa.
Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus opositores podrá resistir ni contradecirles.
Ustedes serán entregados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados.
Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su cabeza se perderá.
Manténganse firmes y se salvarán.
lunes, 25 de noviembre de 2013
Daniel 3, 57-61. al Señor, alábenlo y exáltenlo eternamente!
Obras todas del Señor, bendíganlo, alábenlo, ensálcenlo eternamente
Angeles del Señor, bendíganlo, alábenlo y glorifíquenlo eternamente
Cielos, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente
Aguas todas del cielo, bendigan al Señor, alábenlo y exáltenlo eternamente
Potencias todas del Señor, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Lucas 21, 5-11. Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca. No los sigan!
Como algunos estaban hablando del Templo, con sus hermosas piedras y los adornos que le habían sido regalados,
Jesús les dijo: «Mírenlo bien, porque llegarán días en que todo eso será arrasado y no quedará piedra sobre piedra.»
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso, y qué señales habrá antes de que ocurran esas cosas?»
Jesús contestó: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca. No los sigan.
No se asusten si oyen hablar de guerras y disturbios, porque estas cosas tienen que ocurrir primero, pero el fin no llegará tan de inmediato.»
Entonces Jesús les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro.
Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en diversos lugares. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo.
sábado, 23 de noviembre de 2013
Colosenses 1, 12-20. ¡Gracias al Padre que nos preparó para recibir nuestra parte en la herencia !
Y que den gracias al Padre que nos preparó para recibir nuestra parte en la herencia reservada a los santos en su reino de luz.
El nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado.
En él nos encontramos liberados y perdonados.
El es la imagen del Dios que no se puede ver, y para toda criatura es el Primogénito,
porque en él fueron creadas todas las cosas, en el cielo y en la tierra, el universo visible y el invisible, Tronos, Gobiernos, Autoridades, Poderes. Todo fue hecho por medio de él y para él.
El existía antes que todos, y todo se mantiene en él.
Y él es la cabeza del cuerpo, es decir, de la Iglesia, él que renació primero de entre los muertos, para que estuviera en el primer lugar en todo.
Así quiso Dios que «el todo» se encontrara en él
y gracias a él fuera reconciliado con Dios, porque la sangre de su cruz ha restablecido la paz tanto sobre la tierra como en el mundo de arriba.
Salmo 121. Mi socorro me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra!
Dirijo la mirada hacia los montes: ¿de dónde me llegará ayuda?
Mi socorro me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No deja que tu pie dé un paso en falso, no duerme tu guardián; jamás lo rinde el sueño o cabecea el guardián de Israel.
El Señor es tu guardián y tu sombra, el Señor está a tu diestra.
Durante el día el sol no te maltratará, ni la luna de noche.
Te preserva el Señor de todo mal, él guarda tu alma.
El te guarda al salir y al regresar, ahora y para siempre.
Lucas 23, 35-43. ¡Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino!
Lucas 23, 35-43.
Lucas 23, 35-43.
¡Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino!
La gente estaba allí mirando; los jefes, por su parte, se burlaban diciendo: «Si salvó a otros, que se salve a sí mismo, ya que es el Mesías de Dios, el Elegido.»
También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vino agridulce
diciendo: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
Porque había sobre la cruz un letrero que decía: «Este es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores que estaban crucificados con Jesús lo insultaba: «¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y también a nosotros.»
Pero el otro lo reprendió diciendo: «¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio?
Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho,
pero éste no ha hecho nada malo.» Y añadió: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino.»
Jesús le respondió: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.»
viernes, 22 de noviembre de 2013
Salmo 9. Gobernará la tierra con justicia y juzgará con rectitud a las naciones. Porque no será olvidado el pobre para siempre ni será en vano la esperanza del humilde!
Que mi alma alabe al Señor y proclame todas sus maravillas...
En ti me alegraré y me regocijaré, y cantaré a tu Nombre, oh Altísimo.
Porque mis enemigos retroceden, tropiezan y perecen ante ti.
Te has sentado en tu trono, cual juez justo y has reinvindicado mi causa y mis derechos.
Has abatido a las naciones, has hecho perecer a los malvados y has borrado su nombre para siempre.
Los enemigos fueron aniquilados, arruinados sin remedio; sus ciudades fueron devastadas, perdido su recuerdo.
Pero el Señor reina para siempre y establece su trono para el juicio.
Gobernará la tierra con justicia y juzgará con rectitud a las naciones.
El Señor es un bastión para el oprimido, un refugio para los tiempos de angustia.
Que en ti confíen los que veneran tu nombre, porque no abandonas, Señor, a los que te buscan.
Canten al Señor, que mora en Sión, y publiquen entre los pueblos sus hazañas.
Pues pide cuentas por la sangre vertida, se acuerda de los oprimidos y no olvida su clamor.
Ten compasión de mí, Señor, mira cómo me afligen los que me odian. Sácame de las puertas de la muerte,
para que proclame tus maravillas, en las puertas de la hija de Sión, feliz y agradecido por tu salvación.
En la fosa que cavaron se han hundido los paganos y su pie quedó atrapado en la trampa que escondieron.
El Señor se ha manifestado, ha dictado su sentencia, y el pecador quedó atrapado en la obra de sus manos.
Que vuelvan al abismo los malvados, todos los paganos que olvidan al Señor.
Porque no será olvidado el pobre para siempre ni será en vano la esperanza del humilde.
¡Levántate, Señor, que el hombre no triunfe, y sean en tu presencia juzgadas las naciones!
Infúndeles terror, oh Señor, que sepan los paganos que sólo son hombres.
Lucas 20, 27-40. "Los de este mundo se casan, hombres y mujeres, pero los que sean juzgados dignos de entrar en el otro mundo y de resucitar de entre los muertos, ya no toman marido ni esposa, ya no pueden morir, sino que son como ángeles. Son también hijos de Dios, por haber nacido de la resurrección"
Se acercaron a Jesús algunos saduceos. Esta gente niega que haya resurrección, y por eso le plantearon esta cuestión:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si un hombre tiene esposa y muere sin dejar hijos, el hermano del difunto debe tomar a la viuda para darle un hijo, que tomará la sucesión del difunto.
Había, pues, siete hermanos. Se casó el primero y murió sin tener hijos.
El segundo y el tercero se casaron después con la viuda.
Y así los siete, pues todos murieron sin dejar hijos.
Finalmente murió también la mujer.
Si hay resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa esta mujer, puesto que los siete la tuvieron?»
Jesús les respondió: «Los de este mundo se casan, hombres y mujeres,
pero los que sean juzgados dignos de entrar en el otro mundo y de resucitar de entre los muertos, ya no toman marido ni esposa.
Además ya no pueden morir, sino que son como ángeles. Son también hijos de Dios, por haber nacido de la resurrección.
En cuanto a saber si los muertos resucitan, el mismo Moisés lo dio a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
El no es Dios de muertos, sino de vivos, y todos viven por él.»
Intervinieron algunos maestros de la Ley, y le dijeron: «Maestro, has hablado bien.»
Pero en adelante no se atrevieron a hacerle más preguntas.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Lucas 19, 41-44. ¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz!
Lucas 19, 41-44.
¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz!
Al acercarse y viendo la ciudad, lloró por ella, y dijo: «¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz! Pero son cosas que tus ojos no pueden ver todavía.
Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te atacarán y te oprimirán por todos los lados. te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo ni la visita de tu Dios.»
martes, 19 de noviembre de 2013
Salmo 16. Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti!
Guarda me, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: "Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti.
Los dioses del país son sólo mugre, ¡malditos sean los que los escogen y que corren tras ellos! Tan sólo penas cosecharán. No les ofreceré libaciones de sangre ni llevaré sus nombres a mis labios.
El Señor es la herencia que me toca y mi buena suerte: ¡guárdame mi parte!
El cordel repartidor me dejó lo mejor, ¡magnífica yo encuentro mi parcela!
Yo bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye mi conciencia.
Ante mí tengo siempre al Señor, porque está a mi derecha jamás vacilaré.
Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos rebosan de júbilo y aún mi carne descansa segura:
pues tú no darás mi alma a la muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo.
Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha.
Lucas 19, 11-28. A todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene!
Lucas 19, 11-28.
A todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene!
Cuando Jesús estaba ya cerca de Jerusalén, dijo esta parábola, pues los que lo escuchaban creían que el Reino de Dios se iba a manifestar de un momento a otro.
«Un hombre de una familia noble se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver después.
Llamó a diez de sus servidores, les entregó una moneda de oro a cada uno y les dijo: «Comercien con ese dinero hasta que vuelva.»
Pero sus compatriotas lo odiaban y mandaron detrás de él una delegación para que dijera: «No queremos que éste sea nuestro rey.»
Cuando volvió, había sido nombrado rey. Mandó, pues, llamar a aquellos servidores a quienes les había entregado el dinero, para ver cuánto había ganado cada uno.
Se presentó el primero y dijo: «Señor, tu moneda ha producido diez más.»
Le contestó: «Está bien, servidor bueno; ya que fuiste fiel en cosas muy pequeñas, ahora te confío el gobierno de diez ciudades.»
Vino el segundo y le dijo: «Señor, tu moneda ha producido otras cinco más.»
El rey le contestó: «Tú también gobernarás cinco ciudades.»
Llegó el tercero y dijo: «Señor, aquí tienes tu moneda. La he guardado envuelta en un pañuelo porque tuve miedo de ti. Yo sabía que eres un hombre muy exigente: reclamas lo que no has depositado y cosechas lo que no has sembrado.»
Le contestó el rey: «Por tus propias palabras te juzgo, servidor inútil. Si tú sabías que soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así a mi regreso lo habría cobrado con los intereses.»
Y dijo el rey a los presentes: «Quítenle la moneda y dénsela al que tiene diez.»
«Pero, señor, le contestaron, ya tiene diez monedas.»
Yo les digo que a todo el que produce se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
En cuanto a esos enemigos míos que no me quisieron por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia.»
Dicho esto, Jesús pasó adelante y emprendió la subida hacia Jerusalén.
lunes, 18 de noviembre de 2013
Salmo 3. La salvación viene del Señor, que tu bendición venga sobre tu pueblo!
¡Señor, cuántos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí!
¡Cuántos los que me dicen: "Ya no tienes en Dios salvación"!
Mas tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria, el que levanta mi cabeza.
Tan pronto como llamo al Señor, me responde desde su monte santo.
Yo me acuesto y me duermo, y me levanto: el Señor me sostiene.
No le temo al pueblo que me rodea, que por todas partes me amenaza.
¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, oh Dios mío! Tú golpeas en la cara a mis enemigos y a los malvados les rompes los dientes.
La salvación viene del Señor, que tu bendición venga sobre tu pueblo.
Lucas 19, 1-10. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido!
Lucas 19, 1-10.
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido!
Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad.
Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico.
Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura.
Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí.
Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa.»
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Entonces todos empezaron a criticar y a decir: «Se ha ido a casa de un rico que es un pecador.»
Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más.»
Jesús, pues, dijo con respecto a él: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham.
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»
sábado, 16 de noviembre de 2013
Lucas 21, 5-19. Manténganse firmes y se salvarán!
Lucas 21, 5-19.
Manténganse firmes y se salvarán!
Como algunos estaban hablando del Templo, con sus hermosas piedras y los adornos que le habían sido regalados,
Jesús les dijo: «Mírenlo bien, porque llegarán días en que todo eso será arrasado y no quedará piedra sobre piedra.»
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso, y qué señales habrá antes de que ocurran esas cosas?»
Jesús contestó: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca. No los sigan.
No se asusten si oyen hablar de guerras y disturbios, porque estas cosas tienen que ocurrir primero, pero el fin no llegará tan de inmediato.»
Entonces Jesús les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro.
Habrá grandes terremotos, pestes y hambre en diversos lugares. Se verán también cosas espantosas y señales terribles en el cielo.
Pero antes de que eso ocurra los tomarán a ustedes presos, los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, y ésa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces por su defensa.
Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus opositores podrá resistir ni contradecirles.
Ustedes serán entregados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados.
Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su cabeza se perderá.
Manténganse firmes y se salvarán.
viernes, 15 de noviembre de 2013
Sabiduría 18. Con la oración y el incienso de los sacrificios expiatorios. Así enfrentó a tu cólera, Señor, y puso fin a su prueba: vieron entonces que era tu servidor!!
Sabiduría 18.
Con la oración y el incienso de los sacrificios expiatorios. Así enfrentó a tu cólera, Señor, y puso fin a su prueba: vieron entonces que era tu servidor!
Para tus santos, sin embargo, resplandecía la luz. Los egipcios no los veían, pero los oían y pensaban que habían tenido mucha suerte al librarse de ellas.
Además les agradecían que no se vengaran después de todo lo que habían sufrido, y les pedían perdón.
En vez de esa oscuridad diste a tu pueblo una columna de fuego para que los guiara en su viaje a la aventura: su gloriosa migración se iba pues a hacer bajo un sol que no los quemaría.
Los Egipcios merecieron esa privación de la luz, esas tinieblas que los aprisionaban: ¿no habían ellos acaso retenido cautivos a tus hijos que debían llevar al mundo la luz inapagable de tu Ley?
Quisieron exterminar a los recién nacidos del pueblo santo; Moisés fue el único que se salvó entre los que eran abandonados. Para castigarlos, hiciste perecer a un gran número de ellos, luego los ahogaste a todos juntos en el mar impetuoso.
Esa noche había sido anunciada a nuestros padres, para que supieran después valorar tus promesas y depositaran en ellas su confianza.
Tu pueblo, pues, aguardaba el momento en que los justos serían salvados y sus enemigos, arruinados;
al castigar a nuestros adversarios cubriste de gloria a tus elegidos, es decir, a nosotros mismos.
Tus santos hijos, la raza de los buenos, ofrecieron pues en secreto el sacrificio y se comprometieron a observar esa ley divina: el pueblo seguiría siendo solidario tanto en los éxitos como en los peligros; después de lo cual entonaron los cantos de sus padres.
En ese mismo momento le hacían eco los clamores confusos de sus enemigos, junto con los gritos lastimeros de los que lloraban a sus hijos.
Una misma sentencia había castigado al servidor y a su patrón; el hombre del pueblo sufría lo mismo que el rey.
Lloraban a sus innumerables muertos, derribados todos por la misma muerte; los vivos no daban abasto para enterrarlos: la flor y nata de esa raza había perecido en un instante.
En un primer momento se habían negado a creer, engañados por sus magos, pero después de la muerte de sus primogénitos reconocieron que este pueblo era hijo de Dios.
Cuando todo estaba tranquilo en medio del silencio, y había transcurrido la mitad de la noche,
tu Palabra omnipotente se lanzó desde lo alto de los cielos, donde está junto a tu trono real, y se precipitó como un guerrero furioso sobre el país condenado al exterminio. Llevaba como espada acerada tu irrevocable decisión;
tocaba el cielo y pisaba la tierra; cuando golpeaba esparcía la muerte por todas partes.
De repente se sintieron perturbados por apariciones y horribles pesadillas: un terror indecible se apoderó de ellos.
Cuando caían agonizando en cualquier parte, sabían decir por qué morían,
porque habían sido informados por los sueños que los habían perturbado. No debían sucumbir sin saber por qué tenían que sufrir.
Es cierto que los justos también experimentaron la muerte: el flagelo alcanzó a muchos de ellos en el desierto; pero la cólera de Dios no duró tanto.
Un hombre intachable tomó inmediatamente su defensa con las armas de su ministerio: la oración y el incienso de los sacrificios expiatorios. Así enfrentó a tu cólera, Señor, y puso fin a su prueba: vieron entonces que era tu servidor.
Puso fin a tu resentimiento no con la fuerza física o la eficacia de las armas sino con su palabra: le recordó al Exterminador las promesas y las alianzas pactadas antiguamente con nuestros padres.
Cuando se interpuso, los muertos ya se apilaban; puso fin a la Cólera y le cerró el camino hacia los vivos.
Todo el mundo estaba representado en su larga túnica, en las cuatro hileras de piedras preciosas llevaba los nombres gloriosos de nuestros padres, y en su cabeza la diadema de tu majestad.
Al verlo, el Exterminador retrocedió y tuvo miedo: había bastado con este anticipo de tu cólera.
jueves, 14 de noviembre de 2013
Sabiduría 13, 1-9. ¡Se quedaron con las obras y no reconocieron al Artesano! ¿cómo no descubrieron en primer lugar al que es su Dueño?
Sabiduría 13, 1-9.
¡Se quedaron con las obras y no reconocieron al Artesano!
¿cómo no descubrieron en primer lugar al que es su Dueño?
La incapacidad natural del hombre se revela en su ignorancia de Dios. Todo lo que admiran por su valor no los llevó a conocer al Que es. ¡Se quedaron con las obras y no reconocieron al Artesano!
Consideraron como dioses que gobiernan el mundo tanto al fuego como al viento, a la brisa, el firmamento estrellado, el agua impetuosa o las luminarias del cielo.
Fascinados por tanta belleza, los consideraron como dioses, pero entonces, ¿no debieron haber sabido que su soberano es todavía más grande? Porque sólo son criaturas del que hace que aparezca toda esa belleza.
Si estaban impresionados por su fuerza y su actividad, debieron haber comprendido que su Creador es más poderoso aún.
Porque la grandeza y la belleza de las criaturas dan alguna idea del Que les dio el ser.
Pero, quizás no haya que criticar tanto a esa gente: tal vez se extraviaron cuando buscaban a Dios y querían encontrarlo.
Reflexionaban sobre las criaturas que los rodeaban, y lo que veían era tan hermoso que se quedaron con lo exterior.
Pero ni aun así están libres de culpa:
si fueron capaces de escudriñar el universo, ¿cómo no descubrieron en primer lugar al que es su Dueño?
Lucas 17, 26-37. En los días del Hijo del Hombre!
En los días del Hijo del Hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé:
la gente comía, bebía, y se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio que los hizo perecer a todos.
Ocurrirá lo mismo que en tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, plantaba y edificaba.
Pero el día que salió Lot de Sodoma, cayó desde el cielo una lluvia de fuego y azufre que los mató a todos.
Lo mismo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre.
Aquel día, el que esté en la terraza, que no baje a buscar sus cosas al interior de la casa; y el que esté en el campo, que no se vuelva atrás.
Acuérdense de la mujer de Lot.
El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entregue, la hará nacer a nueva vida.
Yo les declaro que aquella noche, de dos personas que estén durmiendo en una misma cama, una será llevada y la otra dejada; dos mujeres estarán moliendo juntas, pero una será llevada y la otra dejada.»
Entonces preguntaron a Jesús: «¿Dónde sucederá eso, Señor?»
Y él respondió: «Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres.»
martes, 12 de noviembre de 2013
Sabiduría 6, 1-11. ¡Oh reyes, escuchen y entiendan! ¡Déjense instruir, ustedes que gobiernan las lejanas tierras!
Sabiduría 6, 1-11.
¡Oh reyes, escuchen y entiendan! ¡Déjense instruir, ustedes que gobiernan las lejanas tierras!
¡Oh reyes, escuchen y entiendan! ¡Déjense instruir, ustedes que gobiernan las lejanas tierras!
Pongan atención, ustedes que mandan a multitudes, que están tan orgullosos de sus numerosos pueblos!
Porque el Señor es quien les dio el poder, y la realeza les viene del Altísimo; él examinará su comportamiento y pondrá al descubierto las intenciones de ustedes.
Ustedes son los representantes de su poder real; ahora bien, si no han juzgado conforme a la justicia, ni han observado su ley, ni procedido según la voluntad de Dios,
los declarará culpables bruscamente, de manera terrible. Porque rigurosa es la sentencia para la gente que tiene un alto puesto.
Se tiene compasión de los pequeños y se los perdona, pero los poderosos serán controlados estrictamente.
El Amo universal no teme a nadie, y las dignidades humanas no le impresionan: él hizo a los pequeños y a los grandes; él se preocupa por todos,
pero a los poderosos se los examinará más a fondo.
A ustedes, pues, príncipes, me dirijo, para que aprendan la sabiduría y no caigan.
Porque los que observan santamente las leyes santas se harán santos y los que las hayan profundizado encontrarán en ellas su defensa.
Sean pues ávidos de mis palabras y búsquenlas: los instruirán.
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