viernes, 20 de septiembre de 2013

Salmo 18. El Señor es mi roca y mi fortaleza; es mi libertador y es mi Dios, es la roca que me da seguridad; es mi escudo y me da la victoria!












Yo te amo, Señor, mi fuerza.
El Señor es mi roca y mi fortaleza; es mi libertador y es mi Dios, es la roca que me da seguridad; es mi escudo y me da la victoria.
Invoco al Señor que es digno de alabanzas, y me veo libre de mis enemigos.
Las aguas de la muerte me envolvían, los torrentes devastadores me aterraban; las redes de la muerte me cercaban, ante mí estaban tendidas trampas mortales.
En mi angustia yo invoqué al Señor, y clamé a mi Dios. Mi clamor llegó hasta sus oídos y desde su Templo oyó mi voz.
Tembló la tierra y se estremeció, se sacudieron las bases de los montes, que temblaban con sólo ver su furor.
Subía humo de sus narices y de su boca salía un fuego abrasador que arrojaba carbones encendidos.
El inclinó los cielos y descendió, con una densa nube bajo sus pies.
Montó en un querubín y emprendió vuelo; planeaba sobre las alas del viento.
En torno a él, un manto de tinieblas, un oscuro aguacero era su toldo.
Un resplandor lo iba precediendo con granizos y brasas encendidas.
Tronó el Señor desde los cielos, el Altísimo hizo oír su voz.
Tiró sus flechas y los dispersó, lanzó sus rayos y los derrotó.
Entonces apareció el fondo del mar y las bases del mundo se descubrieron, al ver, Señor, tu enojo, al pasar el soplo de tus narices.
Desde lo alto su mano me tomó, y me rescató de las aguas profundas.
Me libró de enemigos poderosos, de enemigos más fuertes que yo.
Me asaltaron el día en que me iba mal, pero el Señor vino en mi ayuda.
Me sacó a un espacio abierto, me salvó porque me amaba.
El Señor según mis méritos me trata, limpias son mis manos, y él me lo paga.
Porque guardé los caminos del Señor y no hice el mal lejos de mi Dios.
Me acuerdo siempre de sus decisiones, y nunca descarto sus mandamientos.
Ante él soy irreprochable y me cuido de cometer pecado alguno.
Por eso me retribuye según mis méritos, según mi pureza que sus ojos ven.
Con el que es fiel, tú te muestras fiel, si alguien no falla, tampoco tu le fallas.
Con el que es sin doblez, tú eres leal, pero con los tramposos eres mañoso.
Tú salvarás a un pueblo humilde y humillarás los ojos altaneros.
Tú haces, Señor, que brille mi lámpara, ¡mi Dios ilumina mis tinieblas!
Contigo acometo las huestes, con mi Dios escalo la muralla.
Mi Dios, su proceder es perfecto, y su palabra es a toda prueba. El es un escudo para cualquiera que se acoja a él.
Pues, ¿quién es Dios fuera del Señor? ¿quién es la Roca, sino nuestro Dios?
Es un Dios que me reviste de fuerza, un Dios que allana mis caminos.
Asemeja mis pies a los de la cierva, y me hace estar de pie en las alturas.
Adiestra mis manos para el combate, y mis brazos para tensar el arco de bronce.
Tú me das tu escudo de salvación; tu mano me sostiene, tus favores me agrandan.
Puedo alargar el paso, y mis tobillos no van a flaquear.
Persigo a mis enemigos y los alcanzo, no volveré hasta que estén exterminados.
Doy un golpe, y no pueden rehacerse, caen y quedan tendidos a mis pies.
Me revistes de fuerza en el combate, y doblegas ante mí a mis agresores.
Haces que mis enemigos den la espalda, y a cuantos me odiaban aniquilo.
Aunque griten, nadie los salvará, claman al Señor, pero no les responde.
Los trituro como polvo que se lleva el viento, los pisoteo como el barro del camino.
Me libras de las querellas de mi pueblo, y me pones al frente de las naciones. Un pueblo que no conocía me sirve.
Los hijos de extranjeros me adulan, apenas oyen mi voz, me obedecen.
Los extranjeros pierden el ánimo, y salen temblando de sus fortalezas.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Ensalzado sea el Dios que me salva!
Oh Dios que me concedes el desquite y colocas los pueblos a mis pies, que me libras de mis enemigos y me encumbras por encima de mis agresores, tú me salvas de la gente violenta.
Por eso te ensalzaré, Señor, y en medio de los pueblos cantaré tu Nombre, tú que a tu rey das victoria tras victoria, y sigues con tus favores a tu ungido, a David y a su descendencia para siempre.



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