Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza.
Lleven con ustedes todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo.
Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba.
Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas.
Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza; tengan buen calzado, estando listos para propagar el Evangelio de la paz.
Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio.
Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios.
Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.
Rueguen también por mí, para que, al hablar, se me den palabras y no me falte el coraje para dar a conocer el misterio del Evangelio
cuando tenga que presentar mi defensa, pues yo soy embajador encadenado de este Evangelio.
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