Yo, «el prisionero de Cristo», les exhorto, pues, a que se muestren dignos de la vocación que han recibido.
Sean humildes, amables, comprensivos, y sopórtense unos a otros con amor.
Mantengan entre ustedes lazos de paz y permanezcan unidos en el mismo espíritu.
Un solo cuerpo y un mismo espíritu, pues ustedes han sido llamados a una misma vocación y una misma esperanza.
Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todos, que actúa por todos y está en todos.
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