Luego Jesús llamó a sus discípulos y a toda la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga.
Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará.
¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo?
¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo?
Yo les aseguro: Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles.»
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