martes, 25 de noviembre de 2014

Juan 2, 13-22. Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días!



















Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas, sentados detrás de sus mesas.
Hizo un látigo con cuerdas y los echó a todos fuera del Templo junto con las ovejas y bueyes; derribó las mesas de los cambistas y desparramó el dinero por el suelo.
A los que vendían palomas les dijo: «Saquen eso de aquí y no conviertan la Casa de mi Padre en un mercado.»
Sus discípulos se acordaron de lo que dice la Escritura: «Me devora el celo por tu Casa.»
Los judíos intervinieron: «¿Qué señal milagrosa nos muestras para justificar lo que haces?»
Jesús respondió: «Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días.»
Ellos contestaron: «Han demorado ya cuarenta y seis años en la construcción de este templo, y ¿tú piensas reconstruirlo en tres días?»
En realidad, Jesús hablaba de ese Templo que es su cuerpo.
Solamente cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que lo había dicho y creyeron tanto en la Escritura como en lo que Jesús dijo.

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