Dígnate, oh Dios, librarme; apresúrate, Señor, en socorrerme.
Queden avergonzados y humillados los que buscan mi muerte. Que retrocedan, confundidos, los que se alegran con mi desgracia.
Que se escondan de vergüenza los que dicen: "¡Esta vez lo pillamos!"
Pero que en ti se alegren y regocijen todos los que te buscan; y los que esperan tu salvación repetirán: "¡El Señor ha sido grande!"
¡Tú ves cuán pobre soy y desdichado! oh Dios, ven pronto a verme. ¡Tú eres mi socorro, mi liberador, Señor, no tardes más!
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