¿Por qué me persigues?
¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues!
En diversas ocasiones y bajo diferentes formas Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas,
hasta que en estos días, que son los últimos, nos habló a nosotros por medio del Hijo, a quien hizo destinatario de todo, ya que por él dispuso las edades del mundo.
El es el resplandor de la Gloria de Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo. El, cuya palabra poderosa mantiene el universo, también es el que purificó al mundo de sus pecados, y luego se sentó en los cielos, a la derecha del Dios de majestad.
Ahora, pues, él está tanto más por encima de los ángeles, cuanto más excelente es el Nombre que recibió.
En efecto, ¿a qué ángel le dijo Dios jamás: Tú eres mi Hijo, yo te he dado la vida hoy? ¿Y de qué ángel dijo Dios: Yo seré para él un Padre y él será para mí un Hijo?
Al introducir al Primogénito en el mundo, dice: Que lo adoren todos los ángeles de Dios.
Tratándose de los ángeles, encontramos palabras como éstas: Dios envía a sus ángeles como espíritus, y a sus servidores como llamas ardientes.
Al Hijo, en cambio, se le dice: Tu trono, oh Dios, permanece por siglos y siglos, y tu gobierno es gobierno de justicia.
Amas la justicia y aborreces la maldad; por eso, oh Dios, tu Dios te concedió una consagración real que es fuente de alegría, con preferencia a tus compañeros.
Hebreos 2, 16-18.
Jesús no vino para hacerse cargo de los ángeles, sino de la raza de Abrahán.
Por eso tuvo que hacerse semejante en todo a sus hermanos, y llegó a ser el sumo sacerdote lleno de comprensión, pero también fiel en el servicio de Dios, que les consigue el perdón,.
El mismo ha sido probado por medio del sufrimiento, por eso es capaz de ayudar a aquellos que son puestos a prueba.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor, no endurezcan su corazón.
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