Esteban, hombre lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo.
Se le echaron encima algunos de la sinagoga llamada de los libertos, y otros llegados de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia. Se pusieron a discutir con Esteban, pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
Al no poder resistir a la verdad, sobornaron a unos hombres para que afirmaran: «Hemos oído hablar a este hombre contra Moisés y contra Dios.»
Con esto movieron el pueblo, los ancianos y los maestros de la Ley, llegaron de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín.
Allí se presentaron testigos falsos que declararon: «Este hombre no cesa de hablar contra nuestro Lugar Santo y contra la Ley.
Le hemos oído decir que Jesús el Nazareno destruirá este Lugar Santo y cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.»
En ese momento, todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron los ojos en Esteban, y su rostro les pareció como el de un ángel
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