lunes, 29 de febrero de 2016
domingo, 28 de febrero de 2016
Salmo 42. ¿Qué te abate, alma mía; por qué gimes en mí?
Como anhela la cierva estar junto al arroyo, así mi alma desea, Señor, estar contigo.
Sediento estoy de Dios, del Dios de vida; ¿cuándo iré a contemplar el rostro del Señor?
Lágrimas son mi pan de noche y día, cuando oigo que me dicen sin cesar: "¿Dónde quedó su Dios?"
Es un desahogo para mi alma, acordarme de aquel tiempo, en que iba con los nobles hasta la casa de Dios, entre vivas y cantos de la turba feliz.
¿Qué te abate, alma mía; ¿por qué gimes en mí? Pon tu confianza en Dios que aún le cantaré a mi Dios Salvador.
Mi alma está deprimida, por eso te recuerdo desde el Jordán y el Hermón a ti, humilde colina.
El eco de tus cascadas resuena en los abismos, tus torrentes y tus olas han pasado sobre mí.
Quiera Dios dar su gracia de día, y de noche a solas le cantaré, oraré al Dios de mi vida.
A Dios, mi Roca, le hablo: ¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar triste, bajo la opresión del enemigo?
Mis adversarios me insultan y se me quiebran los huesos al oír que a cada rato me dicen: "¿Dónde quedó tu Dios?"
¿Qué te abate, alma mía; por qué gimes en mí? Pon tu confianza en Dios que aún le cantaré a mi Dios salvador.
jueves, 25 de febrero de 2016
miércoles, 24 de febrero de 2016
martes, 23 de febrero de 2016
lunes, 22 de febrero de 2016
domingo, 21 de febrero de 2016
jueves, 18 de febrero de 2016
miércoles, 17 de febrero de 2016
martes, 16 de febrero de 2016
lunes, 15 de febrero de 2016
domingo, 14 de febrero de 2016
Salmo 19. Guarda a tu siervo también de la soberbia, que nunca me domine!
Los cielos cuentan la gloria del Señor, proclama el firmamento la obra de sus manos.
Un día al siguiente le pasa el mensaje y una noche a la otra se lo hace saber.
No hay discursos ni palabras ni voces que se escuchen, mas por todo el orbe se capta su ritmo, y el mensaje llega hasta el fin del mundo.
Al sol le fijó una tienda en lontananza, de allí sale muy alegre, como un esposo que deja su alcoba, como atleta, a correr su carrera.
Sale de un extremo de los cielos y en su vuelta, que alcanza al otro extremo, no hay nada que se escape a su calor.
La ley del Señor es perfecta, es remedio para el alma, toda declaración del Señor es cierta y da al sencillo la sabiduría.
Las ordenanzas del Señor son rectas y para el corazón son alegría. Los mandamientos del Señor son claros y son luz para los ojos.
El temor del Señor es un diamante, que dura para siempre; los juicios del Señor son verdad, y todos por igual se verifican.
Son más preciosos que el oro, valen más que montones de oro fino; más que la miel es su dulzura, más que las gotas del panal.
También son luz para tu siervo, guardarlos es para mí una riqueza.
Pero, ¿quién repara en sus deslices? Limpia me de los que se me escapan.
Guarda a tu siervo también de la soberbia, que nunca me domine. Así seré perfecto y limpio de pecados graves.
¡Ojalá te gusten las palabras de mi boca, esta meditación a solas ante ti, oh Señor, mi Roca y Redentor!
jueves, 11 de febrero de 2016
martes, 9 de febrero de 2016
lunes, 8 de febrero de 2016
domingo, 7 de febrero de 2016
Salmo 132. Del fruto de tus entrañas pondré a alguien en tu trono!
Señor, ten le en cuenta a David su total disponibilidad, cuando hizo un juramento al Señor, una promesa al Fuerte de Jacob: "No entraré en la tienda, que es mi casa, ni me tenderé en el lecho donde descanso, no concederé el sueño a mis ojos ni descanso a mis párpados hasta que halle un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob".
Hemos sabido que el Arca está en Efrata, la encontramos en los campos de Jaar.
Entremos, pues, en su morada, postré monos ante la tarima de sus pies.
¡Levántate, Señor, y ven a tu reposo, tú y el Arca de tu fuerza!
¡Que tus sacerdotes se revistan de justicia y tus fieles griten de alegría!
Por amor a David, tu servidor, no apartes la cara de tu ungido.
El Señor se lo juró a David, verdad de la que no se desdecirá: "Del fruto de tus entrañas pondré a alguien en tu trono.
Si tus hijos guardaren mi alianza y mis testimonios que les he enseñado, también sus hijos para siempre se sentarán en tu trono".
Y el Señor escogió a Sión, quiso que fuera su residencia: "Aquí está mi descanso para siempre, en ella moraré, pues yo lo quise.
Sus graneros los bendeciré y a sus pobres los saciaré de pan.
De gloria revestiré a sus sacerdotes y sus fieles gritarán de júbilo.
Allí haré brotar un cuerno para David, allí pondré una lámpara para mi ungido.
Cubriré de vergüenza a sus enemigos mientras sobre él brillará su diadema".
lunes, 1 de febrero de 2016
Salmo 24. ¿Quién es ese Rey de la gloria? Es Yahvé, Dios de los Ejércitos, él es el Rey de la Gloria!
Del Señor es la tierra y lo que contiene, el mundo y todos sus habitantes; pues él la edificó sobre los mares, y la puso más arriba que las aguas.
¿Quién subirá a la montaña del Señor? ¿quién estará de pie en su santo recinto?
El de manos limpias y de puro corazón, el que no pone su alma en cosas vanas ni jura con engaño.
Ese obtendrá la bendición del Señor y la aprobación de Dios, su salvador.
Así es la raza de los que Le buscan, de los que buscan tu rostro, ¡Dios de Jacob!
¡Ea puertas, levanten sus dinteles, elévense, portones eternos, y que pase el Rey de la gloria!
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor, valiente en la batalla.
¡Puertas, levanten sus dinteles, elévense, portones eternos y que pase el Rey de la gloria!
¿Quién es ese Rey de la gloria? Es Yahvé, Dios de los Ejércitos, él es el Rey de la Gloria.
Lucas 2, 22-40. El niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios permanecía con él!
Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones.
Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él.
Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor.
El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento. Como los padres traían al niño Jesús para cumplir con él lo que mandaba la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras: Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz como le has dicho.
Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel.
Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, este niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección. Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres.»
Había también una profetisa muy anciana, llamada Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser. No había conocido a otro hombre que a su primer marido, muerto después de siete años de matrimonio.
Permaneció viuda, y tenía ya ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones.
Llegó en aquel momento y también comenzó a alabar a Dios hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría, y la gracia de Dios permanecía con él.
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