Cuando dejó de amamantarlo, se lo llevó para presentarlo en la Casa de Yavé, en Silo; y al mismo tiempo trajo un novillo de tres años, una medida de harina y un cántaro de vino.
Sacrificaron el novillo, y Ana presentó al niño, todavía pequeño, a Helí, diciendo: «Oyeme, señor, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Yavé.
Este niño era lo que yo pedía entonces. Y Yavé me concedió la petición que le hice.
Ahora yo se lo ofrezco a Yavé para que le sirva toda su vida: él está cedido a Yavé.»
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