Jesús le contestó: «En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañes de que te haya dicho: Necesitan nacer de nuevo desde arriba.
El viento sopla donde quiere, y tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo le sucede al que ha nacido del Espíritu.»
Nicodemo volvió a preguntarle: «¿Cómo puede ser eso?»
Respondió Jesús: «Tú eres maestro en Israel, y ¿no sabes estas cosas?
En verdad te digo que nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si ustedes no creen cuando les hablo de cosas de la tierra, ¿cómo van a creer si les hablo de cosas del Cielo?
Sin embargo, nadie ha subido al Cielo sino sólo el que ha bajado del Cielo, el Hijo del Hombre.
Recuerden la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto: así también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre,
y entonces todo el que crea en él tendrá por él vida eterna.
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